El principio del fin
Poco después de los sucesos de mayo de 1937 y la puesta en marcha de la contrarrevolución comunista (PCE y PSUC), el 19 de junio la República perdería Bilbao, a lo que seguría la pérdida de Santander el 25 de agosto y de Gijón el 20 de octubre. Así pues, conquistado el frente norte, las tropas nacionales concentraron todas sus fuerzas en dirección al Levante mediterráneo.
El mando republicano ordenó la ofensiva en el Sur-Ebro apoyada por una operación sobre Huesca. Los progresos iniciales por ese frente se presentaron enseguida, por ciertos sectores, como resultados de la desaparación del Consejo de Aragón, y del hecho de haberse trasladado al frente «los arsenales clandestinos de armas» hallados en la región. Pero lo cierto era que, ahora por primera vez, las unidades militares anarcosindicalistas de Aragón habían recibido el armamento y el apoyo táctico necesario que hasta entonces se les había negado.
Plaza de toros de Santander.
Los facistas encerraron en la plaza a miles de personas donde fueron fusiladas.
Las resentidas fuerzas confederales llevaron el peso de la operación cuyo objetivo era Zaragoza. Sin embargo, la ofensiva frontal por la zona Sur-Ebro fue detenida a pocos kilómetros de Zaragoza. Muchos comentaristas consideraron que esta operación no recomendable militarmente, por las grandes facilidades para la reagrupación y la maniobra que la zona ofrecía a las unidades nacionalistas, se debió a motivaciones políticas y de prestigio. Las unidades anarquistas demostraron, empero, eficacia y combatividad en el curso de las operaciones, desmintiendo las propagandas que presentaban a sus componentes como dotados de baja moral combativa y favorecedores voluntarios del estacionamiento de los frentes.
Resgurgimiento de las colectividades de Aragón
Pese a todas las camapañas realziadas contra la autogestión campesina e industrial, se evidenció que las formas colectivistas eran las únicas viables después del formidable desplome capitalsita producido por la revolción, Una vez que hubo pasado la ambulante 11 División del coronel Líste, la mayor parte de los contratos de propiedad suscritos bajo coacción por lo campesinos fueroj destruidos y las colectividades reconstruidas. Fue este uno de los episodios más ejemplares de la Revolución Española. Los campesinos afirmaron de nuevo sus convicciones socialistas, a pesar del terror gubernamental y el boicot económico de que eran objeto.
Otra de las causas en la reconstrucción de las colectividades de Aragón fue que el Partido Comunista y su ministro de agricultura habñian comprendido que habñian afectado en lo más profundo a la economía rural, poneidno en grave peligro la próxima cosecha.
De cualquier modo, las colectividades renacieron pero no con la misma pujanza del anterior periodo, porque algunos elementos de las mismas estaban encarcelados y otros habían buscado refugio en las unidades militares anarquistas, huyendo de las persecuciones. Por otro lado, las nuevas colectividades quedaron reducidas en cuanto a las tierras de cultivo, que tampoco tenían la calidad de las anteriores.
También en la zona de Levante se perpetraron ataques contra las colectividades, así como en Castilla, si bien consiguieron sobrevivir hasta el fin mismo de la guerra, en medio de las dificultades vada vez más rudas.
En enero de 1938 y como represalia a varios ataques republicanos, la Aviación italiana basados en Palma de Mallorca bombardearon Barcelona, en un ataque masivo de unos pocos minutos de duración, que produjo 150 muertos y 500 heridos, todos civiles.
Reactivación del frentepopulismo
El 20 de febrero de 1938 había caido Teruel y el 9 de marzo de 1938 se produjo el desastre de Aragón, que se inició con una ofensiva nacionalista sobre el sector ocupado por el XII Cuerpo de Ejército, que se desintegró a los tres días de ofensiva nacional. También cedió el frente de Huesca y poco después se asistió a la retirada desordenada de 70.000 hombres acosados por una aviación que no halló réplica alguna en el aire. Alrededor del 15 de marzo quedó paralizada la ofensiva sobre Cataluña, pero aquel mismo día quedaría esta región separada del resto de la zona republicana con la llegada de las avanzadas nacionalistas al puerto mediterraneo de Vinaroz.
Enero 1939: últimas defensas en Barcelona.
Este gravísimo acontecimiento produjo enorme conmoción en la retaguardia republicana, en la que se dio una reacción emocional que la liberó circunstancialmente de cuantas tensiones habían ido minando la unidad interna de todos los sectores. Bajo la presión de los acontecimientos, el 18 de marzo de 1938 se publicó un documento de alianza sindical firmado por CNT y UGT.
Aquí se puede decir que la CNT renunciaba ya a todo. Las concesiones eran insólitas. En el texto firmado el estado quedaba convertido en dueño de todo, del ejército, de la industria, de los municipios, de la economía y de la tierra nacionalizada, de la que los campesinos pasaban a ser simples arrendatarios. A esto habría que añadir la actividad estatal de usura a través de los bancos de crédito nacionalizados.
Es más que probable que tales acuerdos no hubieran recibido jamás el refrendo de toda la organización, de haberse podido reunir ésta libre y plenamente, como en otras épocas normales. Parece ser que los Comités representativos se extralimitaron, atenazados por el complejo del circunstancialismo y también por transformaciones ya no tan circunstanciales que iban invadiendo ciertos sectores de la Confederación, sobre todo en las instancias representativas superiores. El Pacto de Alianza fue promovido y se debió sin duda a dos hombres: Mariano R. Vázquez (Marianet, Secretario del Comité Nacional) y Horacio Prieto.
Otras manifestaciones de inquietud fueron la ampliación del Frente Popular Catalán con la integración de las Centrales Sindicales, el Estat Catalá y la FAI. En manifiesto suscrito por este organismo se lanzó la idea de rápida recluta de 100.000 voluntarios.
Nada más lejos de la realidad…
El 2 de abril se constituyó en Barcelona el Comité Ejecutivo del Movimiento Libertario, como resultado de una reunión de delegados, comités y militantes de las Tres Ramas del Movimiento. El patético informe de García Oliver sobre la situación en general movió a los militantes a la creación del referido Comité Ejecutivo, que venía a introducir una práctica sin procedentes en la historia y procedimientos tradicionales de las organizaciones libertarias.
El 10 de abril se informó de los acuerdos suscritos por los comités del Movimiento Libertario (CNT-FAI-FIJL):
- Disponer la movilización general.
- Disponer la inmediata supresión de las ramas productivas consideradas como superfluas.
- Incorporación de la mujer al desarrollo de la gestión productiva considerada útil a las necesidades generales.
En el orden militar se exigía la composicón de los mandos por militares solventes y competentes en la misión a desarrollar, exención de sanciones al voluntariado que se incorpore e inmediato encuadramiento y pertrecho de los movilizados.
En el orden político, integración de la CNT y la FAI al Frente Popular; inmediata incorporación de la CNT a las tareas gubernamentales, exterminio de la Quinta Columna y constitución del Comisariado Político en las Fuerzas de Orden Público.
Vista la gravedad de la situación, el gobierno se reajustó el 6 de abril de 1938 y de nuevo dio entrada a la CNT en el gobierno (al mando de Negrín), que de modo reiterado había venido exigiendo estar representada en el estado. Los principales ministerios quedaron representados por socialistas negrinistas, y si bien el PCE quedó reducido a un ministerio, su influencia no fue menor por eso en el nuevo gabinete. El confederal elegido fue Segundo Blanco González, que pasó a ocupar la cartera de Instrucción Pública y Sanidad.
A finales de marzo había salido para el frente el segundo Batallón de Voluntarios de las Juventudes Libertarias, que fue casi por completo incorporado a la 26 División (antigua Columna Durruti) que había sido severamente diezmada en el Frente de Aragón.
Consecuencias del frentepopulismo y crisis en el movimiento libertario
El 15 de abril los nacionales llegaron al Mediterráneo en Vinaroz (Castellón), quedando el territorio controlado por el gobierno republicano partido en dos.
A no mucho tardar, los nubarrones del recelo y las disensiones volverían a empañar el cielo de la España Republicana. Hacía tiempo que cundía el desconcierto y la desmoralización en el ejército debido a varios factores: escasez de ropa y alimentos, retraso en el pago de los haberes, deficiencias del correo y aislamiento de las familias cuyas necesidades, en la retaguardia, ina en aumento.
El mayor foco de desmoralización, empero, provino del dasaforado proselitismo que se realizaba en el ejército y en los cuerpos armados. A la existencia de hecho de centros policiacos privados -de inspiración soviética- llamados «chekas» (que no eran otra cosa más que centros de tortura e interrogatorios), algunos de cuyos escándalos saltaron a las páginas de la prensa republicana, siguieron las creadas oficialmente por el SIM (Servicio de Investigación Militar), por inpiración de los agentes stalinistas de la GPU. Los componentes del SIM gozaban de cuantiosos privilegios económicos, derivados del 30% de que les era concedido en las incautaciones de joyas que realizaban. Los comunistas penetraron prontamente en este cuerpo, como habían hecho en los demás, y nuevos medios de resorte y presión eficacísimos quedaron a su disposicón, ejerciendo una política de ascensos con escandalosa parcialidad.
A mediados de octubre de 1938 el PCE controlaría más del 80% de los mandos del ejército, aunque en su aportación en número de combatientes era notablemente inferior a esa proporción. Lo mismo podía decirse con la Dirección General de Transporte, donde a pesar de que el 80% del personal pertenecía a la CNT, la Confederación solo controlaba un 10% de los batallones de transporte.
El proselitismo politico constituyó uno de los factores de erosión más graves dentro del ejército. Ante el insólito curso de los acontecimeintos, la CNT y la FAI plantearon reiteradamente al gobierno todas estas anormalidades, sin que jamás fuesen tomadas en consideración.
Otro capítulo gravísimo, complementario de los anteriores sería el del terror y la coacción dentro de no pocas unidades militares, hasta el punto de que el problema llegó a adquirir el crudo carácter de psicosis. El Comité Peninsular de la FAI daría a conocer los documentos mejor informados de este periodo en un informe dirigdo al Pleno del Movimiento Libertario, celebrado en octubre de 1938. Destacamos algunas declaraciones:
«Del predominio indiscutible que teníamos en la dirección de la guerra contra el fascismo, hemos pasado a la categorñia de simple carne de cañón.»
«Nuestros compañeros tiene la impresión de que no se les atiende, de que se deja libre curso a la política nefasta del PCE. No se trata de unos cuantos casos, sino de millares yu millares de camaradas que confiesan que sienten más temor a ser asesinados por los adversarios de al lado que a ser muetos en lucha con los enemigos de enfrente.»
Expresiones muy evidentes del volumen que había llegado a cobrar el recelo y malestar interno que corroía tanto al ejército como a la retaguardia. La precaria situación en los frentes y el abandono de los principios producto de las sucesivas concesiones de los comités representante del Movimiento libertario generaron una crisis interna en el movimiento libertario que se continuó una vez finalizada la guerra.
Entre la multitud de conflictos internos abiertos en el seno del movimiento, destacó el de las Juventudes Libertarias de Cataluña, en cuyo órgano de expresión «Ruta» venía manteniendo una postura crítica, sobre todo frente al claudicante Comité Nacional de la CNT. Durante una de las sesiones del Pleno Nacional celebrado del 16 al 30 de octubre de 1938 la FIJL catalana, contraria al colaboracionismo gubernamental, llegó a decir:
«Pretender introducrise en el estado para destruirlo es como si para abolir la prostitución llevásemos a nuestras mujeres y hermanas a los burdeles.»
La batalla del Ebro y la pérdida de Cataluña
Del mismo modo que la batalla de Teruel atrajo la contraofensiva nacionalista sobre Cataluña y Levante, que culminó en el aislamiento de la primera, la ofensiva del Ebro, iniciada el 25 de julio, duraría varios meses para terminar en la irresistible ofensiva nacionalista que decidiría la caída de Cataluña.
Mientras la ofensiva por Extremadura -concebida por Largo Caballero y de importancia decisiva para cortar las comunicaciones nacionalistas- seguía postergada, el estado mayor republicano atrajo de nuevo la guerra sobre Cataluña que, por su carácter de reserva industrial, por la importancia del puerto de Barcelona y en razón de sus fronteras con Francia y Europa, era esencial para la República y debió ser cuidadosamente preservada.
El 16 de noviembre se dio por finalizada la Batalla del Ebro. Había sido una enorme batalla de desgaste, la mayor de la guerra civil, y produciría no menos de 70.000 bajas al ejército republicano y le dejaría prácticamente inerme ante su adversario. Era normal que en la batalla de desgaste perdiese más quien menos tenía.
A partir de ese momento, la ruta de acceso a Cataluña quedó despejada. El 23 de diciembre de 1938 se iniciaba la ofensiva nacionalista sobre Cataluña que culminaría el 26 de enero con la caída de Barcelona. La retraguardia de la zona, hambrienta y desmoralizada, se resignaba a la derrota. El 10 de febrero el ejército nacional ocupaba el último tramo de los pirineos.
Tropas de las milicianos cruzando los Pirineos hacia Francia. 1939.
El desatinado planteamiento de la batalla del Ebro llevó a algunos historiadores a considerar si tantos errores se deberían a incapacidad de los estrategas que hicieron irrisión de la ineptitud militar e indisciplina de las primeras milicias, o a secreto designio de la Uniñno Sovietica, que ya en 1938 quería desentenderse lo antes posible del pleito espñol por razones estratégicas y de intereses, reputados como much mñas vitales que la defensa de una República condenada por la fatalidad de los condcionamientos internacionales. Opinión muy fundada si se tiene en cuenta que la Unión Soviética culminaría en el pacto ruso-germano de octubre de 1939, la emprendida política de apertura hacia Alemania.
La caída de Cataluña sentenciaba el fin de la guerra y arrojó sobre los campos de concentración del sur de Francia medio millón de refugiados militares y civiles, en revoltijo trágico.
La zona Centro-Sur y el final de la contienda
Los organismos representativos de la CNT, FAI y FIJL habían pasado a Francia, donde constituyeron el Consejo General del Movimiento Libertario. A partir de este momento el anarcosindicalismo perdería la aportación de la formidable organización catalana, y los militantes de la zona centro-sur del país, que aún resistían, pasarían a asumir directamente todas las responsabilidades del momento. El subcomité nacional de la CNT y el de la FAI, creados a raíz del aislamiento de Cataluaña del resto de la zona, se constituyeron de hecho en máximos organismos representativos del Movimiento Libertario en España. Hay que destacar que, hasta el final, los plenos se sucedían en la zona Centro-Sur. Paradójicamente, el anarcosindicalismo volvió a manifestar en esta fase final de la contienda su gran vida interna, y su capacidad para tomar deciones y llevarlas a cabo.
El 30 de enero de 1939 quedó firmemente constituido el Comité de enlace CNT-FAI-FIJL. La preocupación por la suerte común fue agravándose paulatinamente.
A mediados de ferebro llegó Negrín a la zona Centro-Sur, al que le comunicaron que la situación en Madrid era desesperada. La población civil estaba hambrienta y se carecía de leche para los niños. Faltaban materias primas y medios de transporte y las industrias de guerrra carecían de fuerza motriz. Los combatientes carecían de ropa y de alimentos y su moral se hallaba muy afectada.
Refugiados en el metro de Madrid.
Se estimaba que el ejército nacionalista tenía concentradas cerca de Madrid treinta y dos divisiones, con masas de tanques y artillería. A pesar de la situación, Negrín, y en contra de la opinión de los jefes militares, se disponía a seguir con la resistencia con vistas a lograr una firma de la paz honorable y eficaz.
Ya no se podía contar con Rusia (que se había olvidado de España en beneficio del pacto con la Alemania Nazi), ni mucho menos con el resto de potencias europeas, que se negaron a intervenir desde un principio. De hecho, ya el 24 de febrero Francia aprobaría el reconocimiento del General Franco y a continuación lo haría el gobierno inglés.
El 27 de febrero Azaña dimitió de la presidencia de la República y el 4 de marzo Negrín y los dirigentes comunistas abandonaron España.
Desde el 13 de marzo se conocieron las condiciones fijadas por el gobierno del general Franco: rendición total. No había negociación posible. A partir de entonces en la zona republicana se vivió como en una pesadilla. No había otra solución que la resistencia escalonada para preparar la evacuación. Decía el Consejero Marín:
«En todos los frentes las deserciones se multiplican. Todos los días levantan el vuelo aviones con jefes, especialmente comunistas. La gente no quiere luchar. El enemigo ataca y la tropa no reacciona, Hemos intentado contener a los que huyen sin poder conseguirlo. Si no estamos dispuestos a hacer una nueva Numancia vayamos a salvar a nuestros militantes. Hagamos un recuento de cuantos deben salvarse. Concentremos nuestras fuerzas en un punto y organicemos la resistencia de aquel punto…»
Cuatro barcos de gran tonelaje esperaban em Valencia donde se extenderían los pasaportes. El 28 de marzo empezó la evacuación de las fuerzas de Madrid y al día siguiente el ejército de la zona Centro-Sur de la República estaba prácticamente disuelto. Entonces, la retirada hacia la costa se realizó ya en desorden. Según cuentan testigos de la época, había algo demencial en esta retirada, y en la firmeza con que se creía en la existencia de apoyos exteriores que ayudarían a salvar a todos los hombres.
Vista la imposibilidad de embarcar en Valencia, una enorme caravana compuesta por cientos de vehículos se encaminó al puerto de Alicante. El ánimo de los fugitivos oscilaba entre el fatalismo y la exaltación sin fundamento. Frente a Alicante, algunos barcos esperaban desde el 29 de marzo, infructuosamente, la garantía de la escuadra frandesa o inglesa, para acercarse al puerto.
Puerto de Alicante. 1 de abril de 1939, final de la guerra.
Concentración de tropas fascistas italianas. Todos miran hacia el Malecón, donde, tras un caótico
rebujo de vehículos abandonados y el humo de las hogueras de los huidos, se vislumbra una masa humana.
Son los 20.000 republicanos que se habían refugiado en la estrechura del muelle a la espera –vana-
de que alguno de los numerosos barcos tantas veces prometidos se aproximaran al puerto
para embarcar hacia cualquier lugar en busca de la salvación.
Tras la dolorosa agonía, la II República Española exhala su último estertor y muere miserablemente en los muelles de Alicante, abandonada por las democracias occidentales y por la Unión Soviética y despedazada por las dictaduras fascista, nazi y franquista.
El 1 de abril de 1939 el ejército nacional dictó el último parte. La guerra civil había terminado, dando paso a la instauración de un régimen fascista con Francisco Franco auto-erigido Caudillo de España que durante los primero años pondría especial enfasis en perseguir y exterminar a los disidentes políticos.
Había terminado la guerra pero la paz no había llegado. Ni llegaría.