La CNT ante la proclamación de la República
La caida de la dictadura militar del general Primo de Rivera permitió a la CNT volver a la legalidad. El 14 de abril de 1931 fue proclamada la Segunda República en España, convirtiéndose Niceto Alcalá Zamora en su primer presidente. El gobierno provisional quedó prácticamente constuido por los mismo hombres del Comité Revolucionario Nacional, que durante las siguientes cuarenta y ocho horas se ocupó de lanzar decreto tras decreto. En uno de sus programas se adelantaba: responsabilidad, libertad de creencias y culto, garantías individuales y garantías a la propiedad privada. Los observadores empezaron pronto a constatar que el nuevo régimen no tenía nada de revolucionario, pese a lo cual elementos de la aristrocracia comenzaron a exportar en masa sus capitales. Poco después los terratenientes se expatriarían, dejando las tierras sin cultivar.
Algunos hombres del nuevo gobierno pertenecían en espíritu al antiguo régimen, como Miguel Maura y Alcalá Zamora. El primero explicaba en estos términos el motivo de su evolución:
«El problema que se nos planteaba era el siguiente: la monarquía se había suicidado y, por lo tanto, o nos incorporábamos a la revolución naciente, para defender dentro de ella los principios conservadores legítimos o dejábamos campo libre, en peligrosísima exclusiva a las izquierdas y a las organizaciones obreras.»
La CNT llegó a la Segunda República después de un período de más de dos décadas caracterizado por períodos de represión y otros, más escasos, de libertad de actuación. La Confederación había recorrido desde su creación hasta 1918 un largo proceso de organización sindical, que partió de la unificación de las sociedades obreras evolucionando hasta la formación de los Sindicatos Únicos de Industria. Esto le proveyó de una herramienta útil para garantizar la eficacia de la acción sindical, tal como se demostró en la huelga de la Canadiense en 1919, y le confirió un gran prestigio entre los trabajadores, siendo identificada por éstos como la organización que mejor les representaba. Con esta nueva forma organizativa, que evitaba duplicidades, consiguió una gran capacidad de maniobra para negociar y para adaptarse a diferentes situaciones de conflictividad –algo sin parangón hasta entonces– situándose como un referente para la clase obrera.
A pesar de que en 1919 la Confederación se definió como una organización anarcosindicalista que tenía como objetivo la consecución de una sociedad anarquista (comunista libertaria) y como ámbito de actuación el sindicato abierto a todos los trabajadores, los dilatados períodos de clausura y clandestinidad obstaculizaron la actividad normalizada y la discusión interna, sobre todo el comprendido entre 1920 y la proclamación de la Segunda República. Esto dio lugar a serios conflictos internos.
De hecho, la ausencia de una práctica sindical normalizada impedía la participación obrera, y la discusión entre tendencias ideológicas no ayudaba en nada a la estabilización de la CNT ni a su maduración interna. Bajo estas circunstancias llegó la CNT a la proclamación de la Segunda República: contaba con un gran prestigio e influencia entre los trabajadores por su esfuerzo organizador y sus éxitos en la defensa de los mismos, pero una práctica sindical debilitada y una militancia dividida sobre qué hacer y cómo en cada coyuntura.
Manifestación de parados anarcosindicalistas en el Alto Aragón. 1931.
El 7 de mayo de 1931 Largo Caballero, ministro de Trabajo y secretario general de la UGT, promulgó un decreto ley en el que quedaban implantados los jurados mixtos, que no eran sino los comités paritarios de la Dictadura. Las leyes laborales de Largo Caballero situaban a la CNT en clara desventaja respecto a la UGT, ya que este decreto dejaba fuera de la ley a la Confederación, sector mayoritario del proletariado español organizado, por ir contra los principios más básicos de ésta. Toda diferencia entre obreros y patronos tenía que ser previamente arbitrada y, por otra parte, aquella disposición, claramente diriga contra el anarcosindicalismo, tendía a la supresión del derecho de huelga. Las masas obreras comprendieron prontamente que el nuevo régimen no acertaria a colmar sus razonables aspiraciones.
III Congreso de la CNT y IV Congreso de la AIT en España
Más de dos lustros después del II Congreso, y trás el cambio de régimen, era de imperativa necesidad una contratación nacional del pulso de la organización, y de su estado anímico para enfrentar las nuevas y graves responsabilidades de que se sabía investida. De manera que del 11 al 16 de junio se celebró en el Teatro Conservatorio de Madrid el III Congreso de la CNT, al que acudieron delegados de 511 sindicatos que totalizaban una cifra de 535.000 afiliados representados, siendo aproximadamente de 800.000 el número total de afiliados.
En este Congresó destacó la aprobación, tras un acalorado debate, de las Federaciones Nacionales de Industria, a pesar de que ya se habían rechazado en el II Congreso de 1919. Peiró, uno de sus defensores más destacados arugmentó que se trataba de la estructura que convenía a las aspiraciones revolucionarias de la Confederación, necesitada de flexibilidad y agilidad de maniobra. Estas Federaciones reunirían a los sindicatos de un ramo de producción determinado sobre el plano nacional con el objetivo de ponerlos en condiciones de enfrentarse con la agrupación capitalista de la misma industria, coordinar la acción industrial, crear estadísitcas propias del ramo, etc. Una vez realizada la revolución, las Federaciones Nacionales de Industria serían el órgano adecuado para coordinar la producción de la industria respectiva y para equilibrar ésta a las necesidades del consumo nacional y del cambio con el extranjero.
III Congreso de la CNT. A la izquierda, en la mesa: Ángel Pestaña, Secretario General.
Al mismo tiempo se celebró también en Madrid el IV Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores. La asistencia de delegados fue numerosa. A las secciones reconocidas en la AIT se unieron una variedad considerable de representantes de grupos anarquistas de todos los países, sindicatos independientes y las secciones del ACAT (Asociación Continental Americana de Trabajadores), fundada en 1929 y que agrupaba a 13 centrales sindicales de carácter revolucionario de las que siete de ellas estaban representadas en el congreso por su propia delegación.
El informe del secretario general reflejó el crecimiento de la AIT con los nuevos ingresos de Rumania, Bulgaria y la F.C. Polaca. La FORA había sido disuelta por el gobierno argentino y eso repercutió negativamente sobre el movimiento sindicalista revolucionario de Latinoamérica. En otras secciones la situación era difícil, como la FAUD, que presentaba un porcentaje del 90% de sus afiliados sin trabajo. Era la Europa hambrienta del fascismo.
Por el contrario, el resurgir de la CNT española se presentaba potente y amenazadoramente revolucionario por lo que comenzó a ser perseguida también por la nueva República.
El Manifiesto de los Treinta y el sindicalismo político
La proclamación de Segunda República suscitó entre los trabajadores una gran manifestación de entusiasmo, viviéndose como un período esperanzador de cambios posibles y de mejora de las condiciones laborales. En ese momento los dirigentes de la CNT –militantes veteranos, como Ángel Pestaña, del Comité Nacional; Joan Peiró, del Regional de Catalunya y Sebastià Clara, director de Solidaridad Obrera, entre otros–, situaron cómo objetivo principal de la organización su fortalecimiento sindical para consolidar a la CNT como principal organización del proletariado dentro de aquel contexto de libertades, en detrimento de la finalidad revolucionaria de la Confederación.
Ángel Pestaña.
Destacado militante anarcosindicalista que tuvo como mentor a Salvador Seguí. Tras el asesinato de éste, se convirtió en el máximo representante del sector reformista de la CNT.
Sin embargo, otro sector de la militancia –representado por Juan García Oliver, Francisco Ascaso y Buenaventura Durruti, militancia que más tarde adquiriría gran influencia dentro de la organización– consideraban que la República abría paso a una coyuntura revolucionaria que debía aprovecharse antes de que se consolidase el régimen democrático burgués, un momento en el que se debía impulsar de inmediato el hecho revolucionario a través de la declaración de huelgas generales y del insurreccionalismo.
Pero el problema que se avecinaba se venía gestando desde hacía ya tiempo. Tras la fundación de la FAI en 1927, Ángel Pestaña se convirtió, junto con Peiró, en uno de los líderes que más encarnizadamente se opusieron a la supuesta influencia de esa organización específica sobre la CNT. En 1928 Pestaña publicó una serie de artículos en que definía a la CNT como «continente» y no como «contenido», deduciéndose de este supuesto que la Confederación podía adaptarse a toda clase de principios, es decir, un alegato en favor del sindicalismo neutro.
A esto se opuso tajantemente gran parte de la militancia alegando que, si bien los principios podían modificarse en un congreso, no podían cambiarse algunos tan básicos y razón de ser de la CNT como lo son el antiparlamentarismo y la acción directa.
Militantes de la FAI también se adhirieron a esta respuesta manifestando su oposión al neutralismo ideológico en el movimiento obrero.
Comenzó entonces un debate interno entre el sector reformista partidario de Pestaña y y los llamados «faistas», promovido especialmente por los primeros y acusando a la FAI de influir sobre la Confederación. Algo que carecía de fundamento si se tiene en cuenta que la CNT era constitutivamente anárquica, como también lo eran las organizaciones internacionalistas de las que era heredera (FRE, FTRE, etc.) y por su espíritu bakunista en cuanto al fervor y a la fibra revolucionaria, proudhoniana por su federalismo interno y kropotkiniana por sus finalidades: la implantación de la anarquía, el comunismo libertario.
Entre 1931 y 1933 estas dos posturas se enfrentaron y rivalizaron en los planteamientos tácticos y estratégicos. Desde 1931 se propagó en los sindicatos un ambiente revolucionario que la militancia moderada (con Pestaña a la cabeza) intentó frenar con la publicación en agosto de 1931 del Manifiesto de los Treinta, donde expuso su posición ante el hecho revolucionario que debía surgir de los trabajadores, de ahí que a partir de entonces se denominara a los moderados o reformistas «treintistas».
Los partidos políticos recibieron el manifiesto con complacencia. Desde siempre habían tendido a embridar a la Confederación, a hacerla siempre entrar por los cauces que convenía a los intereses políticos -y si esto fracasaba, entonces se ponía en marcha la política de exterminio-. Los políticos catalanistas, sobre todo, juzgaron favorable la ocasión e influyeron para hacer estallar el cisma en ciernes.
Los Treintistas comenzaron a ser desplazados de todas sus responsabilidades orgánicas. Pestaña y Arín -ambos firmantes del manifiesto- cesaron en sus cargos del Comité Nacional. Los sindicatos de Sabadell, con más de 20.000 afiliados y partidarios del Treintismo, fueron expulsados de la Confederación. Este hecho condujo a la escision que originó los llamados Sindicatos de Oposición. En Levante, esta oposición llegó a atener más efectivos que la CNT oficial. En Sabadell, estos sindicatos terminarían deslizándose hacia la UGT.
Otro de los focos del Treintismo fueron Huelva, Asturias y Galicia, sin que llegara a quebrantarse la unidad confederal.
El larvado proceso reformista de Ángel Pestaña, ya fuera de la CNT, reveló toda su trascendencia en el clímax final, con la creación a finales de 1932 del Partido Sindicalista, que, por otra parte, al aspirar a constituirse en motor e inspirador de los sindicatos obreros, confirmaría las tesis de sus opositores. El Partido Sindicalista marcó una ruptura formal con el anarquismo y su evolución hacia un sindicalismo político inspirado en el laborismo inglés.
Ya por esta época, coincidiendo con la caida de los treintistas, se aprobó en un Pleno Nacional la creación de los cuadros de Defensa Confederales, con la idea de dotar al anarcosindicalismo de un aparato paramilitar con el que, en su día, poder batir victoriosamente a las fuerzas armadas. Los cuadros de defensa, organizados territorialmente en zonas muy delimitadas respecto a otros grupos, formados por seis miembros, con tareas muy precisas de carácter informativo, de espionaje e investigación, eran la organización armada clandestina primaria de la CNT. A esos cuadros primarios se aglutinaban en el momento de la insurrección grupos secundarios de militantes sindicales, los grupos de afinidad de la FAI, miembros de ateneos, etc.
Lamentablemente no se plasmó en realizaciones y únicamente en Barcelona y algunos puntos de Cataluña fueron una realidad. Sí se crearon secciones de Defensa en algunos comités regionales, pero en la mayor parte de ellos no se pasó a completarlas con los cuadros de Defensa.
El periodo insurreccionalista y los sucesos de Casas Viejas
El 9 de diciembre de 1931 se promulgó la Constitución republicana. Los interminables debates acerca de la constitución tuvieron lugar en medio de continuos problemas de orden público, sustitados por la grave cuestión social y múltiples huelgas generales se habían extendido por todo España. La CNT se hallaba exasperada por la política monopolizadora de los socialistas en el Ministerio de Trabajo.
El 5 de enero, en Logroño, se produjeron numerosos muertos y heridos entre la población civil, como respuesta al asesinato de varios guardias civiles en Castiblanco. Estos acontecimientos sirvieron de pórtico al inmediato periodo insurreccional a cargo del sector anarcosindicalista. Comenzó a hablarse entonces de la llamada «gimnasia revolucionaria«.
(…)
Pronto entré en relación con los compañeros que trataban de crear una oposición ideológica frente a la actitud claudicante de los viejos sindicalistas. Me había trazado una línea a seguir dentro de la Organización: considerar a la república recién instaurada como una entidad burguesa que debía ser superada por el comunismo libertario, y para cuyo logro se imponía hacer imposible su estabilización y consolidación, mediante una acción insurreccional pendular, a cargo de la clase obrera por la izquierda, que indefectiblemente sería contrarrestada por los embates derechistas de los burgueses, hasta que se produjera el desplome de la república burguesa.
Crear en la manera de ser de los militantes anarcosindicalistas el hábito de las acciones revolucionarias, rehuyendo la acción individual de atentados y sabotajes, cifrándolo todo en la acción colectiva contra las estructuras del sistema capitalista, hasta lograr superar el complejo de miedo a las fuerzas represivas, al ejército, a la Guardia civil, a la policía, lográndolo mediante la sistematización de las acciones insurreccionales, la puesta en práctica de una gimnasia revolucionaria.
(…)
«El eco de los pasos». Juan García Oliver.
El 18 de enero 1932, en la comarca minera del Alto Llobregat, los mineros de Fígols y Sallent sindicados en la CNT, declararon abolida la propiedad privada y el dinero y proclamaron el comunismo libertario. El gobierno aplastó el movimiento al quinto día de su iniciación y calificó a los confederados de «bandidos con carnet«. La represión se extendió a todo Cataluña, Andalucía y Levante. Al mes siguiente zarpó el transatlántico «Buenos Aires» con rumbo a Bata, llevando en sus bodegas a 104 anarcosindicalistas deportados, entre los que figuraban Durruti y Francisco Ascaso.
En respuesta, huelgas generales y parcies se produjeron en cadena en numerosos puntos de España. En la ciudad de Tarrasa, los trabajadores se lanzaron abiertamente a la insurrección y, aporedándose del ayuntamiento, izaron la bandera rojinegra del anarcosindicalismo. Sitiaron a la vez el cuartel de la guardia civil, pero de la cercana ciudad de Sabadell llegaron refuerzos gubernamentales y la lucha se extendió. El último grupo revolucionario hizo resistencia en el ayuntamiento y se rindio únicamente a los soldados.
Una de tantas detenciones a lo largo del periodo.
La protesta por las deportaciones llegó a un punto culminante, e innumerables mítines, manifestaciones, sabotajes, etc, se dieron en todo el pais. Jaca asistió a una nueva tentativa de sublevacino militar, estallaron en el mes de maro huegas, en Toledo y Córdoba, resultando choques entre la polícía y el pueblo. El día 12, Vitoria, Zaragoza y Barcelona asistieron a disturbios, y en esta última ciudad se amotinaron los presos y prendieron fuego a la cárcel Modelo. El directo de la prisi´no, Rojas, sufrió un atentados en la calle, meses después.
El 8 de abril de 1932 se instituyó la Ley de Asociaciones Profesionales de patronos y obreros, que venía a refrendar la ley anterior de 1931, dictada por Largo Caballero relativa a la implantación de los jurados mixtos. Ambos decretos fueron considerados un ataque premeditado y una provocación oficial a la Confederación, y contribuyeron a separar al anarcosindcialismo de la República, y a ahondar las diferencias que ya le separaban del socialismo, el cual debido a sus responsabilidades de gobierno, fue considerado victimario por los cenetistas.
Hasta el mes de mayo de 1932 prosiguieron sin interrupción las huelgas indutrisles y agrarias y los disturbios. Mientras, la etxrema dercha se había ido rehaciendo y el 10 de agosto se produjo el golpe de estado a cargo del general Sanjurjo. Fracasado los asaltos alos ministerioes de geurra y comunicaciones en Madird, en Sevilla, la huelga general decretada por la CNT hizo fracasar la intentona. La reacci´no popular, en Sevilla, prendió fuego al Círculo de Labradores, al círculo patornal, una iglesia y el centro que había guarecido a los conspiradores. Paradójicamnete, por primera vez el anarcosoindcialismo contribuía a salvar a la Repñublica. No seríia la última vez.
En el año y medio de vigencia de la República, se habían producido 30 huelgas generales, 3.600 huelgas parciales y 161 suspensiones de periódicos. Y como consecuencia, 400 muertos, 9.000 detenciones y 160 deportaciones. Una de las huelgas más memorables fue la de Duro Felguera, que ya había comenzado en julio de 1931 y se sostuvo nueve meses contra la empresa por haber despedido a trabajadores de edad avanzada sin indemnización. La huelga se sostuvo por solidaridad y fue mantenida por casi toda la población, diputándose familias cenetistas de todo España los hijos y familiares de los huelguistas.
Fue por este año también cuando se constituyó, en Madrid, la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL). Se manifestaba adversa a la propiedad individual, al principio de autoridad, con sus derivaciones de la política y el estado, y a la religión. Las juventudes libertarias eran concebidas como vivero de futuros valores del anarquismo, y en efecto, individuos muy notables surgieron de esta entidad desde 1932. La FIJL, junto a la FAI y la CNT -y posteriormente la organización Mujeres Libres– constituyeron lo que se conococería como el Movimiento Libertario.
El 19 de diciembre de 1932, Lluís Companys, líder de Esquerra Republicana, fue elegido primer presidente del Parlamento de Cataluña. La política de orden público de Esquerra Republicana produjo los «escamots», especie de organización compuesta de grupos de asalto, de fisionomía totalitaria, que pusieron en práctica toda una acción terrorista de intimidaciones, secuestros y apaleamientos. El nacionalismo exacerbado del nuevo gobierno catalán no toleraba la coexistencia de dos poderes: el de Esquerra Republicana y el de la CNT. La Esquerra surpimió constantemente la prensa confederal, clausuró sus centros y ejerció la intimidación sobre sus militantes.
El 8 de enero de 1933 estalló una insurrección huelguista de tres semanas de duración en todo el país. La CNT pretendió enmascarar el estallido bajo el camuflaje de una huelga ferroviaria, pero el intento era fútil puesto que la propia organización no se recató en su propaganda revolucionaria de manera que, como afirmó J. Peirats:
«…la fuerza pública, los flamantes guardias de asalto y la veterana guardia civil, estaban preparados para toda eventualidad, La revolución les había sido telefoneada. Pero la fidelidad a la palabra empeñada, en materia revolucinaria, ha sido siempre una especie de pundonor confederal de discutibles resultados.»
De manera que, contra todo evento, la insurreción se lanzó a la calle, pese a que, la huelga ferorviaria fracasó de inmediato por la adhesión del Sindicato Nacional de Ramo de la UGT a la postura oficial. Y, en fin, ocurrió que tampoco esta vez se daba la adhesión de las tropas al movimiento revolucionario. El pueblo tampoco lo secundó, inicerto y medroso.
Trabajadores valencianos inmovilizando un tranvía durante la huelga insurreccionalista de 1933.
De cualquier modo, en las barriadas populares de Barcelona hubo intensos tiroteos. En Lérida fue asaltado el cuartel de la «Panera» y murieron frente a sus defensas cuatro atacantes. En Tarrasa acaecieron disturbios y en Sardañola-Ripollet se declaró el comunismo libertario, al igual que en diversas localidades de Valencia y Anadalucía. La insurreción se saldó con trágico balance en diversos puntos, mereciendo la localidad de Casas Viejas una mención aparte.
La población había proclamado el comunismo libertario en Casas Viejas, aldea situada en los confines de la provincia de Cádiz. En respuesta, las fuerzas de asalto de la República, al mando del capitán Manuel Rojas, irrumpieron disparando y ocasionaron algunas víctimas. Frente a una de las chozas, ocupada por un viejo anarquista de 70 años, Francisco Cruz Gutiérrez, llamado «Seisdedos», y su familia, fueron muertos dos guardias de asalto y otros dos heridos en el asedio que siguió a la choza. La increible desigual lucha se prolongó toda la noche y, al llegar el alba, la resistencia del reducto de «Seisdedos» fue reducida por medio del fuego. Se arrojaron sobre la techumbre de paja de la choza bolas de algodón empapadas en gasolina incendiada. Los que salieron huyendo del fuego fueron abatidos con ametralladoras. Al final la choza se derrumbó y en su interior perecieron «Seisdeos» y casi todos los miembros de la familia.
Esta nueva atrocidad de las fuerzas del orden, mandatadas por el gobierno republicano, resultó prodiga en consecuencias. Conocidos los hechos en el resto del país, se produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario, que conmocionó a la opinión pública. La sañuda y absurda represión gubernamental teminó por provocar el procesamiento del capitán Rojas, la caída en septiembre del mismo año de Manuel Azaña como Presidente del Consejo de Ministros, así como el desprestigio del gobierno republicano por parte de las clases populares.
Momento en el que cuentan a los ejecutados en Casas Viejas.
El Gobierno descargó toda la culpa sobre los guardias, quienes testificaron que actuaban por orden directa de Azaña.
Así se saldaría la primera experiencia de gobierno a cargo del socialismo español, que la había perseguido con tenacidad a través de largos y tediosos años de historia parlamentaria.
De las elecciones de noviembre de 1933 a la Revolución de 1934
A finales de 1933 la oposición parlamentaria que representaba el espíritu feudal y contrarreofirmista había andado no poco camino. Ya en octubre del mismo año se había fundado en Madrid La Falange Española, partido de corte fascista. Mientras el ejecutivo había perdido el apoyo de las masas, la derecha se iba a grupando en torno a Partio Agrario, dirigido por Martínez Velasco, y a la CEDA, dirigido por Gil Robles.
La crisis del gobierno Radical-Socialista provocó la convocatoria de nuevas elecciones generales para el 19 de noviembre de 1933 que dieron una amplia victoria a la derecha. La CNT había recomendado el abstencionismo electoral y se libró una formidable campaña propagandística en ese sentido. Casas Viejas se hallaba en la primera línea de las consignas anti electorales. El resumen de todas las consginas estaba claro:
«Frente a las urnas, la revolución social.»
Asi se dio por concluido lo que posteriormente se ha conocido como el Bienio Reformista, iniciándose el Bienio Radical-Cedista. Este vuelco electoral fue parejo a la creciente percepción del aumento del fascismo en Europa y empujó a la CNT a seguir intermitentemente fuera de la legalidad.
De nuevo la CNT tuvo que cumplir su palabra y lanzarse a la insurreción, que se inició el 8 de diciembre, sirviéndole de anuncio la fuga masiva por parte de presos de la Modelo de Barcelona por medio de un túnel. Automáticamente fue detenido el comité Nacional y también el Comité Revolucionario, del que formaban parte entre otros Cipriano Mera, destacado militante de la construcción de Madrid e Isaac Puente, médico alavés y teórico del comunismo libertario.
Anarcosindicalistas detenidos en la insurreción de 1933 de Zaragoza.
El movimiento registró sus mayores sacudidas en Aragón y La Rioja donde en muchos pueblos de estas regiones fue proclamado el comunismo libertario. Una vez más, por enésima vez, los sindicatos confederales fueron clausurados y prohibida su prensa.
Lerroux formó gobierno el 18 de diciembre de 1933 y poco después, en enero de 1934, el Parlamento Catalán eligió a Companys Presidente de la Generalidad.
El anarcosindicalismo asistía con atención a la evolución del socialismo, que había sido arrojado del poder y se entragaba a amargas lamentaciones. Desahuciados, los socialistas, pensaban ahora en la revolución. Pero la CNT no olvidaba su gestión en el gobierno. Sin embargo, los socialistas partidarios de Largo Caballero empezaron a hablar de una alianza sindical. A esta nueva actitud fueron muy receptivos los anarcosindicalistas asturianos (tradicionales aliancistas) y los de Centro. ¿Era sincero el nuevo revolucionarismo socialista?
Finalmente, el Pleno Nacional de la CNT, en febrero de 1934, adoptó un acuerdo por el que se emplazaba la UGT:
Causas ajenas a la organizacion Confederal impidieron a ésta dirigirse antes a la clase trabajadora, como hubiera sido su deseo. Reunido el Pleno Nacional con la representación de todas las regiones, estudió detenidamente la situación política y social de España, constatando que tanto las libertades individuales como los derechos ciudadanos, se encuentran en la actualidad restringidos y conculcados como en los peores tiempos de la monarquía. Los daños de la represión consecutiva por parte de los elementos republicanos y socialistas que han gobernado el país, han dado razón a lo propagado por la CNT, en el sentido de que la República como todos los regímenes conservadores y democráticos, no puede dar satisfacción a las necesidades y aspiraciones de la case trabajadora.
Y considerando que la conducta de la República Española tiende a conducir al país a la implatación del fascismo, el Pleno determina marcar la posición de la organización demostrando a través de ella a la clase trabajadora que la CNT, responiendo a su trayectoria revolucionaria y, atenta a las manifestaciones de los organismos representativos de la UGT estará dispuesta, como siempre, a contribuir con todas sus fuerzas a todo movimiento revolucionario que tienda a la manumisión de toda, pero toda, la clase trabajadora, sin que esta manifestación harto conocida implique compromiso o pacto con fuerzas o partidos políticos.
Por lo tanto, la CNT emplaza a la UGT a que manifieste clara y públicamente cuáles son sus aspiraciones revolucionarias. Pero téngase en cuenta que al hablar de revolución no debe hacerse creyendo que se va a un simple cambio de poderes, como en el 14 de abril; sino a la supresión total del capitalismo y el estado.
Barcelona. 13 de febrero de 1934.
Este emplazamiento jamás halló respuesta alguna por parte de la UGT.
Aún así, el 23 de junio del mismo año, en otro Pleno Nacional, la regional asturiana informó de la firma unilateral de un Pacto e Alianza con la UGT asturiana. La clausula del pacto afirmaba:
«Las organizaciones firmantes de este pacto trabajarían de común acuerdo hasta conseguir el triunfo de la revolución social en España, estableciendo un régimen de igualdad económica, política y social, fundado sobre los principios socialistas federalistas.»
El 4 de octubre de 1934 Lerroux confeccionó nuevo gobierno formando en él radicales, agrarios, liberales demócratas y tres ministros de la CEDA, entidad que seguía sin declararse republicana. Ante esto, los grupos republicanos publicaron notas de protesta al considerar que la República era entregada a sus enemigos. En respuesta, los socialistas desencadenaron un movimiento revolucionario, cuyo primer escenario fue Asturias.
El día 6 de octubre, la revolución se inició en la cuenca minera al conjuro de las sirenas y, poco a poco, los mineros se abrieron paso hasta Oviedo, donde los cuarteles de Pelayo y Santa Clara, así como las torres de la catedral, erizadas de ametralladoras, no pudieron ser expugnadas. A poco, el cerco sería roto por el erjército. Allí cayó José María Martínez, famoso militante anarquista y alma de la Alianza Obrera Asturiana.
Detenidos durante la revolución de octubre de 1934.
En Gijón, los anarquistas que secundaron el movimiento en virtud del pacto vigente con la UGT, se ampararon en los barrios extremos de la ciudad, pero apenas tenían armamento y la ocupación de la ciudad no pudo consumarse en su totalidad. Los socialistas disponían de armas, que habían hecho entrar previamente en Asturias, pero era evidente que el Comité revolucionario, con sede en Mieres, aspiraba a conservar la hegemonia de la revolución. No obstante, los obreros organizaron la fabricación de municiones; y coches blindados fabricados por obreros cenetistas de La Felguera, fueron empleados en Gijón y Oviedo.
Durante el breve periodo revolucionario los dos conceptos clásicos del socialismo, el autoritario y el libertario, ofrecieron diversa floración, de acuerdo con las zonas de influencia mayoritaria del socialismo o del anarcosindicalimo. Las fuerzas gubernamentales y militares, con utilización de la escuadra y la aviación, se emplearon a fondo para dominar la rebelión. Solo Cataluña respondió con alguna coherencia al hecho de Asturias, pero allí los acontecimientos tomaron un cariz un tanto grotesco. La propia Generalitat era beligerante contra el gobierno central y se instrumentó una Aliana Obrera nominal, puesto que la CNT estaba excluida. La víspera del movimiento, la Generalitat había encarcelado a cantidad de anarcosindicalistas, siguiendo la consecuente política de represión que de los mismos llevaba a cabo. Todos los centros de la CNT estaban clausurados.
A pesar de todo, la CNT hizo circular un manifiesto en que se invitaba al pueblo a la acción, sin el menor contacto, empero, con las instituciones ofiales que limitaban la acción del pueblo a sus conveniencias. El manifiesto pedía la apertura de los sindicatos y la inmediata constitución de Comités de barriadas para tomar la iniciativa del movimiento.
A la noche, Companys arengó a la fuerza pública y a numerosos grupos de incondicionales armados. Companys proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal, y ofrecía asilo en Cataluña al gobierno provisional. Pero el General Batet proclamó el estado de guerra y unos quinientos soldados dispersaron a los amotinados, guardias y escamots, que arrojaron en las calles las armas y desaparecieron. Unos cañonazos con proyectiles sin espoleta sobre las fachadas de la Generalitat y el ayuntamiento, junto al estado mayor de la rebelión, se rindió.
Cierre de los locales de Solidaridad Obrera en Cataluña. Octubre de 1934.
Las armas arrojadas fueron recogidas en las calles por la CNT y la lucha se mantuvo en algunos puntos aislados de la región. Con posterioridad, la Generalitat se sentiría intrigada por la suerte de aquellas armas, que desapareiceron como tragadas por la tierra. No mucho después volverían a aparecer en las calles de Barcelona.
En rigor, la política de la pequeña burguesía catalana había fracasado ante la acción y tuvo que pasar por la humillación de sorpotar un gobernador general de Cataluña, primero un militar y luego a Portela Valladares y al radical Pich y Pon.
En el resto de España no hubo sino huelgas y violencias esporádicas. La represión estuvo a la altura de las mayores represiones de todas las épocas. Las empresas mineras despidieron en masa a los trabajadores y solamente los admitieron luego de depuración previa. Hubo numerosísimas ejecuciones y más de veinte mil personas fueron a parar a las cárceles.
La amplitud del movimiento de Asturias desbordó sin duda las previsiones de los estrategas socialistas.
El gobierno entró en crisis por los indultos de los condenados a muerte. La CEDA tampoco logró esta vez formar gobierno, si bien Gil Robles pasó a ser ministro de la Guerra. De cualquier manera, el bloque se fue desintegrando por la presión del sector monarquizante y de la extrema derecha, alentada por los acontecimientos eurpeos. Por otro lado, continuaba el retraimiento de los capitales, el sabotaje al régimen en forma de cierre de fábricas, abandono de cultivos y despido de obreros. A finales de 1935 había cerca de 700.000 parados en el país.
Mientras tanto los socalistas habían vuelto a la vida parlamentaria, aunque las tendencias se manifestaban con más fuerza. Prieto defendía de nuevo la conjunción republicano-socialista y Lago Caballero y las juventudes Socilaistas abogaban por una política socialista revolucionaria. El pujante crecimiento del anarcosindicalismo, entretanto, espectacular en Madrid, no dejaba de influir en esa radicaliación del socialismo. En la capital la CNT era joven, pero de gran fuerza combativa y revolucionaria. En lso conflictos reivindicativos las secciones confederales arrastraban siempre a los ugetistas, imponiéndoles la alternativa de secundar o boicotear las acciones.
Los sindicatos confederales empezaron a poner en práctica las llamadas «imposiciones». Obreros sin trabajo, afiliados a la anacosidical y también a la UGT, acudían a los tajos en las obras y se ponían a trabajar, sin más. Una vez allí sostenían por todos los medios su derecho al trabajo, contra la reacción patronal, que a veces revestía carácteres virulentos y la subsiguiente intervención gubernamental.
Los trabajadores se sentían en verdad respaldados por la Confederación y los anarcosindicalistas empezaron a inclinar a su favor en Madrid el peso del movimiento obrero. Militantes como Cipriano Mera, Mora, Vergara y muchos otros gozaban de gran ascendiente moral sobre las masas.
El ciclo insurreccionalista de la CNT fue desde 1932 a 1934. Estos paréntesis asociativos en los que se asumía la defensa de todo tipo de reivindicaciones obreras, le procuraron a la CNT gran adhesión popular, si bien -obviamente- muy pocas reivindicaciones fueron satifeschas. Los anarcosindicalistas fueron incesantemente combatidos por las entidades gubernamentales y por las patronales, conjuradas para exterminarlos, pero aún así sus organizaciones siguieron creciendo. La «gimnasia revolucionaria» estaba consiguiendo sus objetivos, a pesar del alto precio pagado.
En el contexto de luchas, los anarcosindicalistas hallaban margen para expresar sus universales preocupaciones, entre las que descollaba la de la cultura. Multittud de folletos, libros y publicaciones dedicaban sus mejores esfuerzos al tema de la cultura popular. Por otra parte, los anarcosindicalistas mantenían por toda la geografía española cientos de escuelas racionalistas y de Ateneos, que eran costeados con las cotizaciones de los adherentes. En todas las barriadas, y a veces en las aristocráticas, de las urbes españolas existían Ateneos libertarios donde, fuera del fragor de las luchas, eran abordados los problemas constructivos con espíritu de verdadera superación individual y colectiva. Otro tanto podía afirmarse de las zonas rurales. Ningún otro movimiento dispuso jamás, ni de lejos, de tantos elementos educativos, de tantos órganos de propaganda y expresión, de tantas editoriales.
El anarcosindicalismo conservó siempre su fin ascético. En los medios propios se hacía propaganda contra el alcohol, el café, el tabaco, el juego, los prostíbulos y el baile, señalado a los jovenes como la antesala de la prostitución misma. En muchos sitios también se fomentó el vegetarianismo, creándose muchas sociedades de partidarios de esta modalidad dietética. Tambiñen se divulgaba el amor libre, habiéndose de entender por esto, no la indiscriminada promiscuidad amorosa, sino la relación del hombre y la mujer, al margen de todo vínculo oficial y/o religioso.
Otro rasgo que caracterizó desde siempre a la CNT fue que todos los cargos de la organización sindical, que contaban en estas fechas con casi un millón de afiliados, eran totalmente gratuitos, los cual les daba un inmenso prestigio y una gran fuerza moral sobre los socialistas, que pagaban a sus empleados.
En el mes de Agosto de 1935 se celebró en París el V Congreso de la AIT. En este Congreso se eligió nuevo Secretario General que residiría en Ámsterdam. La preocupación acuciante del Congreso era sin lugar a dudas la amenaza de Guerra que se cernía sobre Europa.
Pero en este Congreso, como en los plenos anteriores, los delegados insistieron en que la lucha contra el fascismo debía llevarse no de acuerdo con los intereses de la burguesía sino de la revolución social, lo cual suponía un segundo planteamiento frente al de democracia o fascismo: revolución social o fascismo, por el que se inclinaba la AIT.
El Frente Popular, las elecciones de febrero y el golpe de estado
Mientras la izquierda reorganizaba sus fuerzas parlamentarias y en todo el pais socialistas y anarcosindicalistas llevaban a cabo camapañas contra la pena de muerte, instaurada a raiz de los acontecimientos de Asturias, el gobierno de Lerroux tuvo que enfrentarse al escándalo del «straperlo». Con el objetivo de que se autorizara la instalación de una ruleta en el Casino de San Sebastián, sobornaron a las autoridades haciéndoles llegar relojes de oro a ciertos elementos del gobierno y del patido radical. La cuestión del estrapelo caldeó la atmósfera del páis más de lo que ya lo estaba. Esto provocó la caida de Lerroux y el ascenso al gobierno, e1 14 de diciembre de 1935, de Portela Valladares.
Finalmente, se convocaron elecciones para el 16 de febrero de 1936.
Ante el comicio electoral, todos los sectores hicieron uso de inusitada violencia verbal. Gil Robles realizó grandes montajes de propaganda electoral, cuya técnica recordaba con cierta insistencia los métodos totalitarios: en las ciudades más importantes aparecieron gigantescos carteles con la efigie de Gil Robles en el que se demandaba «todo el poder para el jefe» con el eslogan de «a por los trecientos» (diputados).
Las izquierdas fromaron el Frente Popular, con los partidos republicanos, Esquerra catalana, socialistas, comunistas, POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y algunos grupos catalanes de menor importancia. La CNT vacilaba. La mayor parte de los treinta mil presos que iban a servir de bandera en las campañas electorales eran anarcosindcialistas. Pero en general éstos no olvidaban las humillaciones que les había inferido la República, ni olvidaban Casas Viejas y, además, había la fundamental cuestión de principios. Pero Largo Caballero seguía en su actitud de radicalismo revolucionario, En su discurso del Cine Europa de Madrid, y por primera vez desde hacía muchos años, el socialismo hacía un llamamiento público a la CNT y aludía a la «hermandad en la revolución proletariada«.
El 2 de ferebro de 1936, el Pleno Nacional de Regionales de la CNT acordó proponer a la UGT un pacto de Alianza Revolucionaria, mientras que, respecto al tema de las elecciones, se mostró de acuerdo con la circular de la AIT:
Una de dos: o muchos compañeros españoles, sintiendo que esta vez su propaganda abstencionista no será tan efectiva como lo fue en 1933, prefieren que ella conserve todo su valor como declaración de principios, o una vez más esta propaganda llevará de nuevo a un «impasse» parlamentario y gubernamental al país, en cuyo caso la CNT desde ahora deberá tomar todas las medidas necesarias en el sentido de aprovechar esta situación y de deshacer el nudo gordiano: la Revolución Social. Porque es secreto de Polichinela que la lucha contra el fascismo no tiene más que una salida: La Revolución. Cualquiera otra, como la conquista del poder por las izquierdas con la esperanza de obtener libertades constitucionales amplias, pero derogables en cualquier momento, no es más que un espejismo lleno de amargas desilusiones. El caso de conciencia ante el cual se encuentran los militantes y los adherentes de nuestra central española, debe de ser rápida y categoricamente resuelto; sin ningún oportunismo sin ningùn compromiso, sin ninguna desviación. NO SE VOTARÁ.
Basta un paso en falso para que el cataclismo siga de cerca. Hay que evitar ese paso en falso a toda costa, ya que de la actitud que adopte valientemente la CNT dependerá no solamente la revolución española, sino también la suerte del movimiento revolucionario de los demás paises.
El secretariado de la AIT.
Sin embargo, la propaganda abstencionista de la CNT, bien tibia, por cierto, carecería de la arrolladora convicción demostrada en 1933. Los acontecimientos enseñaron que la minoría militante acaso se abstuvo, pero la gran masa de afiliados de la organzación, casi un millón y medio, decidieron sin lugar a dudas la contienda electoral. El Frente Popular obtuvo un total de 271 diputados frente a los 86 de la CEDA.
El 19 de febrero Azaña fue nombrado Presidente de la República. Aunque formó un gobierno con un programa cauteloso -«Deseamos paz y orden, somos moderados.» declaró- en la calle las masas exigían sin tardanza realizaciones efectivas que debían emprenderse con el espíritu del 6 de octubre de 1934. Porque, por otra parte, seguían planteados los mismos problemas que en 1931, dado que los gobiernos del último bienio habían anulado paulatinamente la legislación republicana del primer periodo.
Ya de inmediato, el 22 de febrero se dio la ley de amnistía por hechos políticos y sociales. El 1 de marzo se produjo una gran manifestación del Frente Popular en Madrid. La extrema derecha, que empezaba a montar su revolución, habló del desbordamiento de las masas. Ese mismo mes se produjo una huelga general de los metalúrgicos de Barcelona, dirigida contra los patronos que se negaban a aplicar el restablecimiento de la jornada de 44 horas, celebrándose también un gran mitin en la Monumental de Barcelona.
Paralelamente, la extrema derecha atentó contra Jiménez Asúa, vicepresidente de las cortes, y Ortega y Gasset. A su vez, se ejecutaron a los hermanos Badía, tenaces persecutores de anarcosindicalistas en Barcelona. Había cobrado plena vigencia, de nuevo, la llamada dialéctica de las pistolas.
Empazaron a cundir rumores acerca de la preparación de un gope de estado. Mientras, se incrementaban las huelgas y las ocupaciones de tierras por los campesinos, a lo que el gobierno respondió con el envío de sus fuerzas para reprimirlas. También en las grandes ciudadades estallaron numerosas huelgas de mayo a junio. Especialmente importante fue la huelga en junio de la construcción en Madrid, a la que acabarían sumaándose cien mil trabajadores. El impulso cobrado por la CNT en Madrid era, a la sazón, impresionante. El crecimiento de la Confederación se hacía a expensas de los sindicatos ugetistas.
En este clima de tensión social y ciudadana, entre el 1 y el 10 de mayo de 1936, se celebró el IV Congreso de la CNT en Zaragoza. En este Congreso de produjo la reincorporación de los sindicatos secesionistas. Además, se formalizó la propuesta de unión en el hecho revolucionario de la CNT y la UGT, por lo que se hizo un llamamiendo a la central sindical de Largo Caballero. Fue también en este comicio donde se definió con amplitud y claridad los principios tácticas y finalidades de la Confederación así como del comunismo libertario, cuya redacción giro entorno a la ponencia de Isaac Puente.
Las Juventudes Libertarias de Cuatro Caminos en el Congreso de Zaragoza de 1936
Según el Congreso, la Comuna sería la base de toda la vida social, una entidad política y administrativa, que estaría federada con el resto de comunas en los planos, regional, nacional e internacional. En la redacción de este dictamen fue determinante la aportación de Isaac Puente. Curiosamente, el Congreso ignoró las Federaciones de Industria -que habían sido aprobadas en el III Congreso de 1931- entre otros motivos, porque no se consideró procedente pronunciarse con carácter definitivo sobre todas las instituciones de la revolución. Hay que contar además con el desprecio que inspira a los anarcosindicalistas la enumeración de toda teoría económica supuestamente objetiva y científica que, nacida de la propia subjetividad del hombre, olvida esta realidad y se constituye finalmente en factor alienante de la misma.
Como quiera que fuera, los anarcosindicalistas no podían presumir que antes de cumplirse tres meses, las circunstancias históricas por las que atravesaría el país les permitirían lanzar los primeros ensayos de economía socialista autegestionada, tanto en la industria como en el campo.
El 12 de julio fue asesinado Calvo Sotelo, parlamentario del bloque de derechas y líder monárquico. El 14 de julio el gobierno ordenó la clausura de los locales anarcosindicalistas y monárquicos. De esto modo se pretendía lograr un equilibrio en los problemas de orden público, pero las cartas ya estaban echadas.
17 de julio de 1936 el ejército del norte de Marruecos y diversas guarniciones peninsulares dieron un golpe de estado. El poder político, impotente, empavorecido, atomizado, lo recogió el pueblo en la misma calle.