El resurgir del espíritu internacionalista
La Internacional de los trabajadores pudo darse por muerta tras el Congreso de Filadelfia (EEUU) de 1875, disolviéndose definitivamente en julio de 1876. Prácticamente desde su creación había estado inmersa en las disputas entre los socialistas autoritarios (marxistas) y los antiautoritarios (bakunistas). El traslado de su Consejo General (hasta entonces residente en Londres) a Nueva York supuso su estocada final. Paralelamente, la Internacional Antiautoritaria de Saint Imier, fundada por las secciones bakunistas tras la escisión del Congreso de la Haya en 1972, duró hasta 1877, cuando tras el Congreso de Gante dejó prácticamente de existir.
La necesidad de una internacional Sindicalista Revolucionaria comenzó a sentirse a finales de siglo pasado, tras la definitiva ruptura de la Primera Internacional. Doce años mas tarde los sindicalistas reformistas crearon su propia internacional, la de Ámsterdam, conocida como la IIª Internacional, que desapareció, victima de sus contradicciones, después de la primera Guerra Mundial.
Pero fue a primeros del siglo XX cuando se formalizaron los primeros sindicatos revolucionarios y anarcosindicalistas, como la IWW norteamericana y la FORA argentina. En Europa, por citar algunos, se encontraban la USI Italiana, la SAC Sueca y las federaciones industriales de Holanda (recordemos que la CNT española no se fundó hasta 1910).
Así las cosas, hubo que esperar todavía hasta el año 1913 para que los sindicatos revolucionarios pudieran celebrar su primer congreso en Londres en Septiembre del mismo año, con la asistencia de los sindicatos Alemanes de la FVDG, la SAC Sueca, la COB de Brasil, la FORA Argentina, la USI Italiana y los delegados de varios sindicatos Franceses, Belgas, Españoles e Ingleses.
Congreso Internacional Sindicalista. Londres. 27 de septiembre – 2 de octubre de 1913.
Este mismo Congreso Internacional Sindical ya sienta los principios de la futura AIT al declararse partidario de la lucha de clases hasta conseguir la socialización de la propiedad, de la solidaridad internacional y de la asociación libre de los trabajadores teniendo como objetivo la abolición del sistema capitalista y el estado. La lucha será en el terreno económico y mediante la acción directa.
También en este Congreso de Londres se decidió la convocatoria de una próxima reunión para el año siguiente que no pudo realizarse por la Primera guerra mundial. Con el estallido de la guerra todos los paises se cerraron herméticamente, por lo que cualquier relación relación internacional de los trabajadores fue casi imposible.
El Secretariado Nacional del Trabajo de Holanda cursó una circular a todos los sindicatos participantes para un nuevo congreso al final de la guerra, que tampoco pudo celebrarse porque los gobiernos de Holanda, Suecia y Dinamarca lo impidieron todas las veces.
La Tercera Internacional, la Internacional Sindical Roja
Pero también era el tiempo de la revolución Rusa, esa inmensa hoguera que incendió el mundo y a punto estuvo de reducir a cenizas los proyectos de la futura Internacional del Sindicalismo Revolucionario, la actual AIT, aun cuando luego el rechazo al centralismo soviético por los sindicalistas revolucionarios fuera el mayor estimulo para la fundación de la AIT.
Efectivamente, algunos de los grandes sindicatos que con el tiempo construirán la vertebración de la futura AIT se declararon simpatizantes de la III Internacional, la Internacional Sindical Roja, de Moscú fundada en 1919 como oposición a la Segunda Internacional (de corte socialdemócrata). Entre ellos estaba la USI, la CNT Española, algunos sindicatos Franceses y ciertas corrientes de la FORA. Si bien es cierto que ya por entonces algunas organizaciones sindcalistas revolucionarias adoptaban el punto de vista de no querer vivir bajo los auspicios del gobierno de Rusia.
Lenin, que fue quien concibió la idea de la Tercera Internacional. Creía que la revolución rusa era el comienzo de la revolución socialista mundial y que la Tercera Internacional agruparía las fuerzas obreras revolucionarias de todo el mundo, y la toma de poder político y económico por la clase trabajadora se produciría con la facilidad con que el fruto cae del árbol cuando está maduro. Nada más lejos de la realidad. La Tercera Internacional fue disuelta por Stalin en 1943.
El 4 de marzo de 1919 se inauguró en Moscú la Tercera Internacional.
El descrédito del mito comunista no comenzó hasta 1921, motivado, entre otras mcuhas cosas, por la matanza de los marineros de Kronstadt.
Pero por entonces, como todo movimiento obrero mundial, la CNT simpatizaba con la revolución rusa. La Tercera Internacional, en sus comienzos, trataba de parecerse más que a la Segunda Internacional, formada por los partidos socialistas, a la Primera, que agrupaba al conjunto del movimiento obrero, sin distinción de sindicatos y partidos.
La Confederación Nacional del Trabajo celebró su II Congreso Nacional en Madrid del 10 al 18 de diciembre de 1919. Respecto a la adhesión a la Tercera Internacional se acordó:
«La Confederación Nacional del Trabajo se declara firme defensora de los principios que informan a la Primera Internacional, sostenidos por Bakunín. Declara que se adhiere, y provisionalmente, a la Tercera Internacional, por el carácter revolucionario que la preside, mientras se organiza y se celebra el Congreso Internacional en España que ha de sentar las bases por que ha de regirse la verdadera Internacional de los trabajadores.»
El primer delegado que la CNT envió a Moscú fue Angel Pestaña, quien tomó parte activa en el II Congreso de la Tercera Internacional, celebrado durante el verano de 1920. Pestaña, como la mayoría de los libertarios, simpatizaba con la revolución rusa como cuestión de principio. Ahora bien, le alarmaba la hegemonía del partido comunista, que hacía presentir la dictadura de un partido sobre el proletariado.
Irónicamente, fue aprovechando el paso de las delegaciones de los sindicatos revolucionarios de varios países por Berlín que asistían al Congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja, cuando en 1920 se celebró un precipitado congreso que dio origen a la internacional revolucionaria del trabajo en medio de violentos debates de las diferentes posiciones.
En realidad los acuerdos de este Congreso solo suponían un pacto transitorio de los sindicatos revolucionarios resumido en el compromiso de estar todas las delegaciones presentes en el Congreso de Moscú. De regreso de Rusia, los delegados, decepcionados al comprobar que la realidad soviética no respondía a las esperanzas puestas en la revolución, se reunieron en Dusseldorf para convocar una conferencia más amplia el año próximo en Berlín.
A su vuelta a España, Pestaña ya se había dado de bruces con la realidad del proyecto comunista, sin embargo, su mensaje tardó todavía en llegar a los sindicatos. Pestaña no llegó a Barcelona hasta el 17 de diciembre de 1920, siendo inmediatamente detenido y encarcelado. Hasta casi un año después, en noviembre de 1921, no firmó su informe al Comité Nacional de la CNT.
Asi pues, mientras tanto, y sin noticias de Pestaña, la confederación convocó un pleno nacional, entre otras cosas, para nombrar la delegación que debía ir a Moscú a tomar parte en el III Congreso de la Tercera Internacional, que debía celebrarse en junio de 1921.
Mientras tanto, la conferencia sindical revolucionaria se celebró, como se había previsto, en Berlín en 1921 y en ella participaron delegaciones de todos los países Europeos, incluidos los delegados de los sindicatos oficiales soviéticas y las minorías sindicalistas revolucionarias rusas.
Las sesiones de la Conferencia duraron cuatro días y en el transcurso del segundo los delegados de los sindicatos soviéticos abandonaron violentamente la reunión al aprobar la Conferencia una resolución de las minorías sindicalistas revolucionarias rusas condenando las persecuciones de los trabajadores revolucionarios en todos los países, particularmente en la URSS.
La conferencia preliminar acordó, entre otras cosas, la celebración de un congreso constitución de la nueva internacional a finales de aquel mismo año en Berlín. Asimismo se decidió romper las relaciones con las dos internacionales sindicales marxistas: la reformista de Ámsterdam (II Internacional) y la sindical roja de Moscú (III Internacional).
La nueva Internacional del Sindicalismo Revolucionario sería de tipo anarquista, independiente de todos los partidos políticos, revolucionaria y federalista; capaz de agrupar a todos los trabajadores para transformar la sociedad. Sobre todo, la nueva internacional impulsaría una corriente sindicalista distinta a las de la IIª y IIIª internacional.
También la conferencia hizo un llamamiento de solidaridad a favor de los compañeros Italianos de la USI que luchaban desesperadamente contra el fascismo en su país. Una lucha paralela a la que sostenían los sindicalistas revolucionarios rusos y los anarquistas contra los comunistas rusos después que estos destruyeran los consejos obreros de la Revolución.
En adelante, junto a las luchas reivindicativas por la emancipación de la clase trabajadora contra la burguesía y el capitalismo, los sindicalistas revolucionarios tenían que luchar también contra el fascismo y el comunismo internacional.
Adhesión a la Asociación Internacional de los Trabajadores
En junio de 1922 la confederación necesitaba a todo trance celebrar un congreso para revisar sus acuerdos a la luz de los últimos acontecimientos, pero debido a la inestabilidad del momento provocado por los constantes enfrentameintos contra la patronal y los pistoleros del Libre, solo pudo reunierse en modesta conferencia en Zaragoza. Ya en posesión de los informes de Pestaña y los otros delegados que asistieron al III Congreso de la Internacional Sindical Roja, los allñi reunidos censuraron el despotismo bolchevique y acordaron retirar su adhesión a la Tercera Internacional en favor del ingreso en la Asociación Internacional de los Trabajadores que se estaba reorganizando en Berlín. En esta misma reunión se nombraron los delegados que habían de intervenir en el congreso fundacional de la nueva AIT.
Por fin, en diciembre de 1922, se celebró en Berlín el congreso constituyente de la AIT, las sesiones del mismo duraron hasta el 2 de enero y fueron clandestinas y obstaculizadas por la policía. Asistieron siete delegaciones al principio y terminó con diez (Argentina, Dinamarca, Alemania, Francia, Italia, Noruega, Rusia, Suecia, España y Checoslovaquia). Señalar que la delegación española fue detenida en Paris por la policía y llegó al final.
Foto de Grupo. Berlin, 1922.
El congreso fundacional adoptó la declaración de principios del sindicalismo revolucionario aprobada en la conferencia anterior el mes de junio, a la que añadió un preámbulo con un análisis de la situación actual en el mundo denunciando la ofensiva del capitalismo contra los trabajadores y la desviación de la revolución social por los comunistas rusos, lo que justificaba la necesidad de una nueva internacional revolucionaria.
En cuanto a los principios, el sindicalismo revolucionario reconoce la lucha de clases y aspira a la reorganización de la sociedad sobre la base del comunismo libre. La doble tarea del sindicalismo revolucionario consiste en la lucha diaria por la emancipación económica y social de la clase trabajadora en la sociedad actual, y en la elevación de las masas a la gestión de la administración de la producción y la distribución de los bienes de consumo, sustituyendo al gobierno de los partidos políticos y los grupos dominantes.
Rudolp Rocker
«Soy anarquista no porque crea que la anarquía es la meta final, sino porque no existe tal cosa como la meta final.»
R. Rocker fue uno de los personajes más destacados del momento. Participó vivamente en el desarrollo de la AIT desde el comienzo y como uno de sus secretarios intervino personalmente en todas sus reuniones internacionales y en todas las conferencias preliminares que procedieron a su constitución.
Los métodos de lucha del sindicalismo revolucionario son la acción directa, la huelga general, el boicot y la solidaridad entre los trabajadores. la estructuras de la futura sociedad serán el federalismo libertario y el libre acuerdo, entendiendo que el sindicalismo revolucionario es solo un medio para terminar con el capitalismo revolucionario es solo un medio para terminar con el capitalismo pero nunca un fin.
Por esta razón el sindicalismo revolucionario se opone al estado y a la Iglesia por su centralismo autoritario que limitan la libertad de los individuos, y rechaza el parlamentarismo y la colaboración con las instituciones legislativas. Asimismo se declara antimilitarista tanto contra la existencia de los ejércitos como contra la fabricación de material de guerra de cualquier tipo.
Fundamentalmente el sindicalismo revolucionario se declara internacionalista y rechaza todas las fronteras, pues considera los nacionalismos como la causa de los estados y de las guerras, así como de la explotación de los trabajadores. Los pueblos, como los individuos, deben ser libres para determinas con quienes se asocian sin coacciones históricas. Éticas, religiosas o políticas.
Como decíamos, el Congreso constituyente se clausuró el día 2 de enero de 1923, y la nueva Internacional del Sindicalismo Revolucionario recuperó el nombre de Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) en memoria de la Primera Internacional que inició la lucha por la emancipación social.
Afianzamiento de La Internacional
En 1923 la AIT celebró un importante pleno internacional en Innbrck (Austria) al que asistieron siete delegaciones y donde se volvió ha plantear el problema de las relaciones con las otras internacionales sindicales obreras, los avances del fascismo y la ratificación del ingreso de las secciones en la AIT.
Respecto a los avances del fascismo el secretariado general informo de las gestiones llevadas a cabo con las otras dos internacionales obreras para protestar por la ocupación de la cuenca del Rhur por las tropas aliadas y de la falta de interés del Partido Comunista Alemán para luchar contra el fascismo con el apoyo de los obreros.
Las dos internacionales sindicales, la socialista de Ámsterdam y la Sindical Roja de Moscú no respondieron al llamamiento de la AIT y el pleno acordó rechazar las consignas de frente único lanzadas por los comunistas ya que solo pretendían dirigir el movimiento obrero internacional y controlar el sindicalismo revolucionario.
Los informes de los delegados de las Secciones eran dramáticos: el fascismo avanzaba en todas partes, y no solamente eran ya Italia y Alemania las amenazadas, sino también Bulgaria, España y Turquía comenzaban a sentirlos efectos de la represión sangrienta de las dictaduras militares.
En aquellos tiempos las secciones del Norte de Europa de la AIT crecían constantemente. La NSF noruega contaba con cincuenta y dos grupos locales y dos federaciones de industria. La SAC sueca, 30.000 afiliados. La FAU alemana tenía 520 grupos y 120.000 afiliados; su periódico tiraba 50.000 ejemplares semanales.
Primer número de «La Internacional», órgano de expresión de la AIT.
La revista tuvo un gran prestigio internacional aunque una corta duración (1924-1926).
El II Congreso se celebró en Ámsterdam en marzo de 1925. Estuvieron presentes las 12 secciones que formaban la AIT, tres de ellas americanas. También asistió una delegación del Brasil con carácter observador. Entonces la AIT publicaba ya tres periódicos en distintas lenguas y una revista de estudios sociales en alemán.
El informe del secretariado general confirmaba el afianzamiento de la internacional, a pesar de la dura represión en la mayoría de los países, hasta por los bolcheviques rusos. El sindicalismo revolucionario impulsaba las corrientes antiautoritarias del movimiento obrero con fuerza imparable.