Los inicios del siglo XX en España
La crisis finisecular había provocado una perdida de valores y de metas para determinadas capas de la sociedad española. Para la burguesía y las clases altas significaba el final de una época, donde el colonialismo trasatlántico había llegado a su fin, y con ello determinadas ventajas económicas. Para la clase obrera que su situación económica y social era más difícil, lo que le hacía consciente de la necesidad de organización y de reivindicación.
La Restauración Borbónica inaguró el siglo XX con Maria Cristina como regente (en 1902 Alfonso XIII asumiría el poder) y Francisco Silvela como Presidente del Consejo de Ministros. Mientras tanto el clima de agitación obrera y campesina no había remitido. Se apoyaba en las condiciones de existencia de las mismas. Según los estudios de la época el 75% de los ingresos de un trabajador se dedicaba exclusivamente a la alimentación, siendo el analfabetismo, el alcoholismo, la tuberculosis, el tifus y el hacinamiento en suburbios, el resultado del régimen de salarios bajos. Mientras en las ciudades se sucedian las huelgas, cada vez más violentas y se despertaba el espíritu del sindicalismo agresivo revolucionario, en el campo (donde llegaban a producirse hambrunas) acaecía un recrudecimiento de la agitación social con iguales carcterísticas.
El sistema electoral durante la Restauración. Sátira de la época.
Durante la regencia se aprobó la extensión del sufragio universal (a los hombres).
La relativa estbilidad del sistema se basó en la corrupción, el caciquismo y el pucherazo.
Con la clandestinidad de la OARE («Organización Anarquista de la Región Española«) y el definitivo colapso de la Federación de Resistencia al Capital (ó Pacto de Union y Solidaridad) en 1896, los continuadores de la internacional se refugiaron en el ámbito local, desapareciendo por tanto toda vertebración orgánica en el plano nacional. Los intentos anarquistas de creación de una organización de carácter más general no habían fraguado. Mientras tanto, la Unión General de Trabajadores (UGT) como organización sindical y correa de transmisión sindical del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que mantenían ambos su estructura intacta ya que las represiones no se habían ejercido sobre ellos, no ofrecían ninguna solución práctica.
Los trabajadores en general, y los anarquistas en particular, cada día eran más conscientes de que era necesario la estructuración de una organización obrera que pudiese aglutinar sus reivindicaciones.
En el año 1900 se celebró en Madrid un Congreso anarquista. Asistieron a él unas 200 sociedades adheridas y estuvo impulsado por un histórico anarquista, Francisco Tomás. La propuesta era la creación de una Federación de oficio y un pacto de unión y solidaridad. Para comenzar a trabajar en ello se eligió la ciudad de Gerona como sede de una «Oficina Regional».
La plataforma reivindicativa de este congreso siguió la estructura del Pacto de Unión y Solidaridad:
- Supresión del trabajo a destajo.
- Desaparición de intermediarios entre capitalistas y trabajadores.
- Igualdad de derechos y de jornales entre hombres y mujeres.
- Prohibición del trabajo infantil y de la mujer en tiempo de gestación.
- Enseñanza integral y laica.
- Supresión del impuesto de consumos y del servicio militar.
- Negación de la guerra.
- Supresión de la propiedad privada.
- Socialización de los instrumentos de trabajo.
- Triunfo de la concordia, de la justicia y de la fraternidad.
Había nacido la Federación de Sociedades Obreras de Resistencia de la Región Española (FSORE), aunque no fue una existencia real a nivel nacional, pues no generó actividad alguna. Aun así sirvió para reforzar la Federación Local de Sociedades Obreras de Barcelona, germen de la futura organización sindical catalana Solidaridad Obrera.
Los puntos reivindicativos eran sintomáticos de la situación de la clase obrera y del trabajo de reivindicación que le quedaba por delante. Igualmente, se comenzaba a perfilar lo que sería uno de los ejes centrales de la lucha anarquista: la Huelga General como instrumento de acción. Lo que la FSORE comenzó a establecer no fue más que la conjunción de las tendencias bakuninistas de acción, de las que fueron herderas la FRE, FTRE y OARE, con el sindicalismo revolucionario francés.
La Carta de Amiens y el sindicalismo revolucionario
El sindicalismo revolucionario se desarrolló en Francia como reacción contra un socialismo parlamentario que representaba a los trabajadorews en la Cámara por medio de Millerand, burgués y reaccionario.
A partir de 1894, los libertarios franceses que, a diferencia de los españoles, habían perdido el contacto con las masas como consecuencia de las acciones individuales, acudieron en masa a las organizaciones obreras, actuando sobre las bolsas de trabajo e imprimiéndolas una orientación revolucionaria. Los congresos obreros de la época aclamaron por mayoría la huelga general revolucionaria, condenando al mismo tiempo la táctica política de los socialistas y marcando respecto a ellos considerables distancias.
En Montpellier en 1902 se funden la CGT (Confédération Générale du Travail, fundada en 1895) y las Bolsas de Trabajo, con el anagrama de la primera y las formulaciones revolucionarias de las segundas.
Mientras tanto, en España, a partir de mayo de 1901, numerosas huelgas estallaron en todo el pais para reivindicar la jornada de ocho horas y aumentos de salarios. Esto provocó que desde las estancias estatales, se comenzará a legislar en materia de contratos de trabajo y de huelga general.
Barcelona se convirtió en el epicentro del movimiento libertario. La buena base organizativa que desde 1901 goza la Federación Local, le permitió afrontar con garantías las huelgas de 1902. Pero las luchas obreras que se producen durante estos movimientos huelguísticos pasan factura y la Federación Obrera se debilita, resurgiendo con fuerza en 1904.
Al mismo tiempo, la represión gubernamental continuaba siendo combativa desde diversos frentes y el 12 de abril de 1904 en Barcelona, Joaquín Miguel Artal, un joven anarquista de 19 años, atentó contra Antonio Maura, Presidente del Consejo de Ministros. Maura junto con el Rey asistía a un acto oficial, iba en un coche descubierto y cuando el carruaje se encontraba frente a la iglesia de la Mercè, un joven se adelantó con un sobre en la mano y saltó al estribo mientras se quitaba la gorra. El presidente pensó que se trataba de una petición y extendió la mano para recibir el sobre, fue entonces cuando el joven sacó un puñal y lo hundió en su costado izquierdo. Sin embargo, los pliegues del traje de uniforme que vestía impidieron que el puñal penetrara, y todo quedó en una herida.
Atentado fallido de Joaquín Miguel Artal.
La represión y los atentados anarquistas como respuesta se repetían constantemente.
No sólo Barcelona aglutinaba sociedades obreras de carácter libertario. Coruña, Granada, Málaga, La Felguera y Madrid también tienen importantes sociedades. El campo andaluz es testigo de este desarrollo anarquista. La situación del paro obrero en el campo andaluz provocó, sobre todo en Córdoba, un desarrollo de sociedades obreras afectas a los principios anarquistas y un desarrollo de la conflictividad social y huelguística.
Pero la FSORE y todas las sociedades obreras que habían seguido su estela habían fracasado en una cuestión. Si bien habían actualizado muchas cosas, lo cierto es que habían continuado con los mismos procedimientos de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) y el Pacto de Unión y Solidaridad. Esto dio que pensar a los libertarios de la época. Más aún teniendo en cuenta que por entonces los socialistas habían obtenido algunos avances electorales, incluso irrumpieron con fuerza en el Ayuntamiento de Madrid cuando en 1905 Pablo Iglesias, Rafael García Ormaechea y Francisco Largo Caballero fueron elegidos concejales.
Aún así, la estrategia de huelgas generales sí estaba generando algunos avances y, tras las huelgas de 1902 y 1903, con el objetivo de mitigar el radicalismo de las luchas obreras, el gobierno aprobó la Ley del Descanso Dominical en 1904, disminuyendo asi la jornada laboral. Pero es a nivel internacional donde se están generando unos movimientos que determinaran el futuro del movimiento obrero español.
En el congreso de la CGT de octubre de 1906, clebrado en la ciudad francesa de Amiens, se llevó a cabo la redacción de la famosa Carta, base fundacional del sindicalismo revolucionario, que partía de los siguientes principios:
- Huelga general como medio más eficaz y efectivo de lucha de la clase obrera.
- Acción directa de los trabajadores para conseguir sus objetivos, sin intermediarios de ninguna especie.
- Apoliticismo, entendido este que los sindicatos estarán vacíos de cualquier ideología y sólo servirán para defender los intereses de la clase obrera. De esta manera los sindicatos revolucionarios están abiertos a militantes de todas las doctrinas.
La Carta de Amiens preveía reivindicaciones inmediatas tendentes a mejorar la suerte de los obreros, pero sin menoscabar la finalidad esencial, que era la de preparar la emancipación integral por medio de la huelga general. Revelando la clara ascendencia anarquista heredera de Proudhon, la CGT programó la desaparición del estado en el tereneo económico, dado que la propia organización sindicalista revolucionaria contenía ya en germen el embrión de la sociedad futura:
«El sindicato, organización de resistencia hoy, será mañana el grupo de producción y distribución y la base de la reorganización social.»
Hay que recordar que esta definición ya fue recogida por la Internacional española por espacio de treinta años antes del Congreso de Amiens. Por esta razón, la mayoría de los anarquistas españoles tuvieron una rápida compresión del nuevo fenómeno que se avecinaba y lo aceptaron en líneas generales. En realidad, la corriente sindicalista no venía sino a ofrecer a los españoles la misma idea, solo que corregida y sistematizada, que ellos habían inspirado a los mismo franceses en discusiones teóricas llevadas a cabo desde las revistas españoals Acracia y el Productor con la Revolte francesa, acerca de la conveniencia de dar a las sociedades de resistencia impulso revolucionario. El sindicalismo revolucionario se consideraba autosuficiente, desde el punto de vista funcional. El sindicato era la nueva panacea, siendo su esquema más funcional, más rígido.
Las versiones españolas sobre sindicalismo que dieron Anselmo Loreno y José Prat, pusieron en circulación los conceptos de sindicalismo y sindicato que, a poco, sustituirían los anteriores de societarismo y sociedad obrera. Podemos afirmar que el anarquismo español se reactualizó, poniéndose al día merced a labor de aquellos dos militantes.
Ese 1906 también se celebra en Ámsterdam un Congreso Anarquista de carácter internacional, donde hay un interesantísimo debate sobre sindicalismo, entre aquellos que lo consideran como una vía más de la lucha de los trabajadores y del anarquismo, y quienes que lo plantean como la única vía de lucha. Errico Malatesta tiene una importante participación en este congreso.
Parejo a este desarrollo obrero, los episodios de represión contra el movimiento libertario no cesaron en este periodo. Siendo de extrema dureza la represión contra los movimientos huelguísticos de 1902-1903.
El atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII
El 31 de mayo de 1906 el anarquista Mateo Morral atentó contra los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg, el día de su boda en Madrid.
Mateo Morral Roca había nacido en Sabadell en 1880. Era hijo de un industrial de la ciudad de ideas progresistas. Esta privilegiada situación hizo que Morral tomara contacto con la cultura europea, siendo por medio de esta formación como llegaría el anarquismo. En sus viajes por Europa tomó contacto con las ideas anarquistas y el neomaltusianismo, siendo Morral uno de los introductores del mismo en España. Al fundarse la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia, Morral se sintió fascinado por el proyecto y ocupó el cargo de bibliotecario y de la librería de la institución ferreriana.
El 31 de mayo de 1906, durante el desarrollo del desfile de la boda del monarca, Mateo Morral arrojó una bomba a la altura del número 84 de la Calle Mayor de Madrid al paso del cortejo nupcial. Días antes había preparado minuciosamente el atentado, reservando una habitación en un hostal de la calle Mayor por donde pasó el cortejo camino del Palacio Real. El objetivo era asesinar a Alfonso XIII pero no lo consiguió. Para más inri encontraron la muerte 23 personas y unos 100 heridos.
Atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII.
Morral logró huir y se refugió en la sede de El Motín, de José Nakens. Periodista famoso del momento, Nakens era un convencido anticlerical y republicano. Ya había tenido problemas al haber sido una persona que tomó contacto con Angiolillo en 1897, antes de que éste atentara contra la vida de Cánovas del Castillo. Morral no estuvo mucho tiempo en la sede de El Motín y logró alcanzar el pueblo madrileño de San Fernando de Henares, ya en las proximidades de Torrejón de Ardoz. Allí es donde fue sorprendido por un guardia y en un tiroteo cayó muerto. Su cuerpo es exhibido por la policía como un trofeo.
Claras lejanías… Dunas escampadas…
La luz y la sombra gladiando en el monte.
Tragedia divina de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.
El camino blanco, el herrén barroso,
la sombra lejana de uno que camina,
y en medio del yermo, el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina.
¡No muerdan los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
el alma en combate, la expresión frenética,
y el ramo de venas saltante en las sienes!
En mi senda estabas, mendigo escotero,
con tu torbellino de acciones y ciencias:
las rojas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.
¡Tú fuiste en mi vida una llamarada
por tu negro verbo de Mateo Morral!
¡Por su dolor negro!
¡Por su alma enconada,
que estalló en las ruedas del Carro Real!
(Ramón del Valle-Inclán. 1918.)
El atentado de Morral fue utilizado para llevar a cabo una nueva ofensiva contra el movimiento libertario. Costó el cierre de la Escuela Moderna al vincular a Ferrer, reputado pedagogo, el intento de regicidio. Igualmente, fueron detenidos Nakens y otras personalidades del momento. Se formó una causa contra ellos, acusados de instigadores y encubridores de Morral. Tras meses de diligencias la causa absolvió a todos los inculpados.
La represión que generó dicha acción fue letal, sobre todo para Francisco Ferrer que, a pesar de haber quedado absuelto tras el atentado, se consiguió que la Escuela Moderna fuese clausurada definitivamente. Aún así, siguieron funcionando algunas filiales de la misma, como la de Vilanova i la Geltrú, y también la editorial de la Escuela Moderna. Al reincorporarse a la vida normal tras su paso por la cárcel, Ferrer continuó trabajando en la línea de una educación racional y científica.
No era la primera vez que se intentaba vincular a personalidades importantes del momento al producirse un atentado. Ya en junio de 1896, tras el atentado contra la procesión del Corpus en Barcelona, durante los procesos de Montjuic se inculpó a destacados militantes como Anselmo Loreno o Federico Urales.
El estado, ante estas acciones, siempre intentaba escarmentar al movimiento obrero apuntado alto, pero fracasaba una y otra vez.
Fundación de Solidaridad Obrera
El 3 de agosto de 1907 una reunión de las sociedades obreras de Barcelona decidió la creación de la Federación Local de Solidaridad Obrera. Esta nueva organización, y embrión de la CNT, partió de la convergencia de las tradiciones sindicalistas y anarquistas. Solidaridad Obrera se reclamaba heredera de los planteamientos de la Primera Internacional.
Aún así, se marcaron programas sumamente moderados relativos a las condiciones generales del trabajo y al aumento de los salarios, que debían ser proporcionales a las necesidades de difusión de la cultura en los medios obreros, y la agrupación de los obreros en ramos de producción, agrupaciones locales, federaciones nacionales y, finalmente, en la Confederación Internacional del Trabajo. Como finalidad, los trabajadores aspiraban a la sustitución del régimen capitalista «por la organización obrera transformada en régimen social del trabajo».
Pese a sus cautas formulaciones, Solidaridad Obrera de Barcelona se extendió prontamente por todo Cataluña, en federaciones análogas. Su primer secretario general fue Antonio Colomer, siendo tesorero Ramón Lostau, y como ayudantes quedaban Ángel Badía Matamalo y Jaime Bisbe. Solidaridad Obrera aglutinaba en su seno una mayoría libertaria, aunque también se integraron a ella militantes socialistas que no se sentían identificados con las sociedades obreras de la UGT, muy minoritarias en Cataluña.
El 19 de octubre del mismo año la organización fundó un órgano de expresión con el mismo nombre, Solidaridad Obrera, que se convertiría en un periódico obrero de gran prestigio.
El surgimiento de Solidaridad Obrera hio mover ficha a sus opositores en todas las líneas. Los socialistas rápidamente trataron de restarle fuerza. La figura de Antonio Fabra Rivas se erige en Cataluña como la lucha de los socialistas para ganar espacios a republicanos y anarquistas. Lucha infructuosa, pues la UGT siguió siendo minoritaria y muchos socialistas se adhirieron a Solidaridad Obrera.
Por otra parte, la figura de Alejandro Lerroux, «el Emperador del Paralelo», irrumpió en Barcelona. El objetivo de Lerroux fue el de absorber la fuerza del movimiento obrero catalán. Primero con el intento de control de Solidaridad Catalana y posteriormente con la fundación en 1908 del Partido Radical. Los radicales de Lerroux hacían intromisión en los asuntos obreros con propaganda demagógica para arrastrar a los trabajadores hacía su causa. Ambos intentos fueron infructuosos y generaron una mayor concienciación de las masas anarquistas.
A día de hoy «Solidaridad Obrera» es el periódico anarquista con más años de historia.
Solidaridad Obrera supuso un paso nuevo del obrerismo: la sustitución del societarismo por el sindicalismo con la aceptación de las corrientes francesas, pero siempre manteniendo la tradición internacionalista de la FRE. Como ya dijimos, fueron muy discutidas las supuestas influencias francesas, hasta el punto que Anselmo Lorenzo sostenía más bien lo contrario. Además, más que el sindicalismo revolucionario y el apoliticismo lo que se imponía en España era el anarcosindicalismo y el antipoliticismo.
Parece seguro que la principal tarea que llevó a cabo fue la de recuperar la práctica de la solidaridad, logrado lo cual se lanzaría a metas más amplias colocando en primer plano el internacionalismo y la acción directa y planteándose la tarea de extender la organización revolucionaria por todo el país.
Los días 6, 7 y 8 de septiembre de 1908 se celebró, impulsado por la Federación Local de Solidaridad Obrera de Barcelona, un Congreso Obrero Regional al que acudieron 130 agrupaciones. Los temas que trataron fueron mayoritariamente los reivindicativos de carácter económico, aunque siguiendo la línea de la Primera Internacional y del incipiente sindicalismo revolucionario, se declararon antiautoritarios e independientes de cualquier partido político. Y todo esto a pesar de que al congreso acudieron sociedades obreras de carácter socialistas y radicales lerrouxistas.
Tras este congreso había nacido Solidaridad Obrera Regional de Cataluña. Pero no sólo quedó circunscrito al ámbito catalán, ya que en Andalucía se adhirieron grupos de Montilla, Espejo, La Rambla, Fernán Núñez, etc. Todos de la provincia de Córdoba, de fuerte tradición anarquista.
El nacimiento de una confederación nacional empezaba a fraguarse.
Por entonces, continuaron las polémicas y fricciones con el republicanismo radical, que aspiraba a enquistarse en el movimiento obrero. Sin embargo, los sucesos de la Semana Trágica, ya en ciernes, pondrían término a aquella confusión porque a partir de julio de 1909 el partido radical se adentraría por otros derroteros.
La Semana Trágica de Barcelona
En 1907 había llegado al poder Antonio Maura. Y su política de «hacer la revolución desde arriba para que no la hagan por abajo» tenía como objetivo yugular el avance del movimiento obrero y sus reivindicaciones, así como cualquier experiencia innovadora en cualquier campo de la sociedad española. Igualmente, la Iglesia apuntaba en esa línea. Parejo a las movilizaciones obreras, en 1908 liberales, republicanos y socialistas protagonizaron en Madrid una multitudinaria manifestación contra la política autoritaria de Maura.
Perdidas las colonias trasatlánticas, Maura centró todo su esfuerzo en el norte de África. España había obtenido beneficios de la zona de Marruecos, el Sahara y el Rif, tras la Conferencia de Algeciras de 1906, momento en el que las potencias europeas se estaban repartiendo todo el pastel colonial. Las kabilas rifeñas se oponían al colonialismo y, para mantener las guerras, el gobierno de España movilizaba a los reservistas, todos trabajadores e hijos de trabajadores, que iban a morir a las guerras marroquíes.
En julio de 1909, tras la matanza en el Barranco del Lobo, en Melilla, el gobierno decidió la movilización de veinte mil reservistas más, quienes deberían embarcar en el puerto de Barcelona a finales del mes. Los hijos de los trabajadores no podían pagar para librarse de la guerra, convirtiéndose así en las víctimas inocentes del conflicto. Las organizaciones obreras, a cuya cabeza en la capital catalana ya estaba Solidaridad Obrera, se opusieron abiertamente declarando la huelga general.
El día del embarque la movilización era general y se declaró el estado de guerra. El 22 de julio se constituyó un Comité de Huelga formado por Antonio Fabra Rivas, en represenación de la Federación Socialista Catalana; Rodríguez Romero, de los anarquistas, y Miguel V. Moreno, de la redacción de Solidaridad Obrera. A partir del 26 de julio la tensión aumentó, produciéndose incidentes en Barcelona y la agitación se extendió a diversos puntos de la comarca. Las reivindicaciones eran de carácter laboral y social, pero las movilizaciones adquirieron un carácter en ocasiones anticlerical, cuestión que el Comité de Huelga no había tomado. El pueblo consideraba que la Iglesia también era responsable de estos acontecimientos, pues bendecía las armas de la guerra. Igualmente, la oscura participación de los lerrouxistas en esta línea vino también a crear confusión. El propio Comité de Huelga no veía con buenos ojos a los seguidores de Lerroux, y estos estaban divididos entre los que apoyaban la huelga y los que no lo hacían.
En Barcelona, la guarnición local fraternizó con el pueblo y la ciudad fue ocupada militarmente por tropas de otras regiones. Esto enardeció al pueblo barcelonés, que levantó barricadas.
Barricada en la calle Nueva de Barcelona. 1909.
Fueron quemadas numerosas iglesias, conventos y colegios religiosos, si bien no se hizo objeto de violencia a las personas. El catolicismo militante se había alineado resueltamente en apoyo del bando gubernamental. Se levantaron más de doscientas barricadas que el ejército destruyó a cañonazos.
El día 29 de julio, grupos populares asaltaron el cuartel de veteranos de la libertad y se apoderaron de buen botín de armas. El cansancio y la falta de municiones dieron fin a la resistencia.
Tras varios días de huelgas y de levantamientos populares, las fuerzas gubernamentales se hacieron con la situación, comenzando así una dura represión. Aparte de los cerca de noventa muertos y doscientos heridos producidos en las luchas, numerosas personalidades fueron detenidas y encarceladas. Pero las autoridades ya tenían a su cabeza de turco: Francisco Ferrer y Guardia fue acusado de ser el instigador de los actos ocurridos en Barcelona esos días. Tras unos días de búsqueda es detenido en el Mas Germinal (donde se encontraba su finca) junto con otras cuatro personas (José Miguel Baró, Antonio Malet, Eugenio del Hoyo y Ramón Clemente, uno de ellos disminuido psíquico). Los cinco fueron juzgados y condenados a muerte.
Vista parcial de Barcelona durante la Semana Trágica.
En la figura de Ferrer se quería fusilar el ideal anarquista y en octubre de 1909 fue ejecutado. Su único delito había sido querer una educación más igualitaria, científica y racional, fuera de cualquier intromisión de la Iglesia. Habían creado un mártir: la movilización nacional e internacional no se hizo esperar. Ese mismo mes Maura se vio obligado a dimitir desbordado por los acontecimientos. Los fantasmas de la Inquisición resucitaban para un gobierno español que reprimía con brutalidad los intentos de avances sociales.
Aun así, las enseñanzas de Ferrer sirvieron como base para los proyectos educativos libertarios del futuro.
Tras los sucesos de la Semana Trágica, para los anarquistas estaba claro que había que coordinar una organización a nivel nacional que pudiese aglutinar a la clase obrera del pais. Pese a la cruenta represión, Solidaridad Obrera salió fortalecida reforzándose al mismo tiempo algunas de sus convicciones más básicas: la quiebra de la sociedad puso de manifiesto la posibilidad de llegar a la revolución social a través de la huelga general.
Las bases para la fundación en 1910 de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) ya estaban puestas.