¿Cuántas veces te han piropeado o dicho obscenidades al pasar por delante de un hombre? ¿Cuántas veces te ha tocado un desconocido en un bar o en el autobús? ¿Cuántas veces te han prevenido sobre la ropa que llevabas puesta y lo que ello podría provocar? ¿Cuántas veces te han seguido desconocidos por la calle? ¿Cuántas veces has sentido miedo al tener que caminar sola de noche?
¿Cuántas veces NO has hecho algo sola por temor a ser agredida sexualmente?
La actitud paternalista que te infantiliza, que el refresco en la ronda del bar te lo pongan a ti sin preguntar y tu bebida alcohólica se asigne a un hombre automáticamente, que se dirijan a tu acompañante masculino y no a ti, que la cuenta se la den ‘por defecto’ a tu acompañante masculino, que pagues tú y le devuelvan a él, que te valoren por tu físico y no por tu capacidad, que te piropeen por la calle, que te adviertan sobre la ropa que llevas puesta o sobre el peligro de ir sola.
Todas estas situaciones forman parte, o provienen, del sexismo que sufren las mujeres a diario. Hechos que, por considerarse ‘menores’ o normalizados, pasan a ser invisibilizados y en muchas ocasiones no se abordan como lo que son: prácticas de la discriminación que sufre la mujer. Sin embargo, las rutinas sexistas ‘normalizadas’ calan en el día a día de la mujer: en la modificación y moldeamiento de sus hábitos y comportamiento, en la autolimitación de su libertad.
«No vayas sola, me da miedo que te pase algo». Las mujeres crecen y son educadas con el miedo a ser agredidas sexualmente y es innegable que ese temor condiciona la conducta y los hábitos de las mujeres, volviéndolas más dependientes y sumisas y limitando su libertad sexual. Porque, en caso de ser violada, siempre habrá algunas preguntas latentes que le harán creer que la responsabilidad, la culpa de haber sido violada, es suya puesto que ha sido ella quien ha roto esas ‘normas’ que el patriarcado ha asentado en la sociedad ‘por su bien y su seguridad’: «¿Qué hacías sola a esas horas? ¿Cómo ibas vestida?»
Las advertencias que, con buena intención, se hacen por parte de familiares, amistades o compañeros sentimentales, acerca, por ejemplo, de salir o hacer cosas sola, transmiten indirectamente que la única forma de evitar una agresión sexual es limitar la libertad de la mujer, modificar su comportamiento o buscar seguridad y protección –preferiblemente- en una figura masculina, haciendo sentir a la mujer vulnerable y débil en caso de no hacerlo.
Es esencial recordar, frente a cada rutina sexista ‘programada’ desde la normalización, que solo la violencia machista es responsable del sexismo y las agresiones sexuales:
– La violencia machista la genera educar a niños y niñas de forma diferente, distinguiendo entre ‘cosas de mujeres’ y ‘cosas de hombres’
– El ‘piropeo’ o acoso callejero es una forma más en que el patriarcado exhibe su poder, puesto que hace juicios de valor expresando su aprobación y deseo sexual hacia el cuerpo de la mujer, considerándolo un objeto sexual
– Una mujer que camina sola por la calle y es agredida NUNCA es la responsable de su agresión. El único responsable es el agresor, que es quien ejerce su violencia machista contra ella
– Una violación la provoca un violador. NUNCA la ropa y/o la situación en la que se encuentre la víctima
¡LAS AGRESIONES SEXUALES LAS PROVOCA LA VIOLENCIA MACHISTA, NO LA ROPA DE LA MUJER NI LAS SITUACIONES EN LA QUE ÉSTA SE ENCUENTRE!
¡NO QUEREMOS PIROPOS, QUEREMOS RESPETO!
#TodosLosDíasSon8deMarzo
Os recomendamos los siguientes dosieres sobre género, editados por las Secretarías de Acción Sindical y Social de la CNT:
Desempleo y mujeres en la crisis (PDF)
Mujeres, Sindicalismo y Sociedad (PDF)
Federación Local de Valencia
Confederación Nacional del Trabajo (CNT)