Historia de la CNT

Información extraída de la página web de la Federación Local de Madrid de la CNT

HISTORIA DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL TRABAJO

Introducción

«En la medida de lo posible deben irse aportando ya los materiales de la verdadera historia del anarcosindicalismo en su aspecto humano, más importante que las manifestaciones burocráticas que tanto se han prodigado. Solamente la veracidad puede dar la verdadera dimensión de lo que fuimos. La verdad, la bella verdad solo puede ser apreciada si, junto a ella, como parte de ella misma, esta también la fea cara de la verdad.»

(Joan García Oliver)

Tras la divisón en el seno del movimiento obrero entre socialistas y anarquistas en el congreso de la Internacional en La Haya en 1872 y, sobre todo, después del estallido de la revolución rusa, el movimiento anarquista fue batiéndose en retirada ante el avance socialista en casi todas partes. Sin embargo no sucedió lo mismo en la Península Ibérica donde, tanto en España como en Portugal, el anarquismo fue siempre más numeroso y fuerte.

Entre los diversos motivos que explican este fenómeno podríamos citar:

  • Los anarquistas españoles comprendieron el problema campesino mucho antes que los socialistas y arraigaron, desde los primeros tiempos, en Andalucía, crisol de la cuestión agraria española.
  • Los anarquistas establecieron su base principal en Barcelona, que era el centro industrial del país, mientras que los socialistas lo asentaron en Madrid, capital burocrática de la nación, en donde el proletariado propiamente dicho apenas existía.
  • Los anarquistas eran propagandistas formidables e incansables. Publicaban periódicos, revistas y folletos en abundancia. A comienzos de siglo, el semanario Tierra y Libertad, que se editaba en Madrid, se transformó en diario, siendo sinduda el primer diario anarquista que se publicó en el mundo. La editorial Sampere-Prometeo, de Valencia, dirigida por Blasco Ibáñez, publicaba a precios populares toda la literatura anarquista de la época. Los socialistas no concedieron nunca una importancia especial a la propaganda impresa y se contentaban con publicar tres o cuatro semanarios en todo el país.
  • Los anarquistas eran más combativos que los socialistas. Las insurrecciones campesinas en Andalucía, en el último cuarto del siglo pasado, aunque elementales y equivocadas las más de las veces, encendían la llama de una ansiada liberación, cuyo rescoldo, después del fracaso, no se extinguía nunca. Al calor de ese rescoldo se agrupaban los humildes campesinos y escuchaban la lectura de los folletos de Malatesta y La Conquista del Pan de Kropotkin.
  • Los anarquistas comprendieron la importancia que tiene la educación de la juventud para formar los luchadores de mañana, y crearon las escuelas racionalistas, cuyo principal propulsor, Francisco Ferrer, al ser fusilado en 1909, dio al santoral anarquista un mártir con aureola internacional.
  • Los anarquistas, perseguidos sin parar, adquirieron la práctica de actuar a la sombra, en la clandestinidad, mientras que los socialistas procuraban no infringir las leyes establecidas.
  • Los anarquistas practicaron el terrorismo como arma política, y si en algunos casos los resultados fueron negativos, en otros fueron positivos.
  • Los anarquistas, aunque el número de intelectuales que formaron parte de sus organizaciones fue relativamente inferior, hicieron una inteligente política de atracción de ellos, invitándolos a colaborar en sus revistas y periódicos. La llamada generación del 98, que inició una nueva fase en la vida intelectual de España a comienzos de siglo, era intuitivamente anarquista. Los socialistas, en cambio, hasta la segunda década del siglo, desconfiaron de los intelectuales, rechazándolos.
  • El anarquismo, un poco místico, quijotesco, aventurero, individualista, estaba mucho más cerca de las características psicológicas del pueblo español, que no el socialismo: frío, esquemático, formulista, disciplinado, reglamentario.
  • La primera guerra mundial determinó un rápido desarrollo industrial en Cataluña, con el consiguiente crecimiento del movimiento obrero, encuadrado y dirigido por el anarcosindicalismo.
  • Los anarcosindicalistas comprendieron antes que los socialistas la conveniencia de transformar las sociedades de oficio en sindicatos de industria. La aparición del Sindicato Único (sindicato de industria) fue revolucionaria y dio a los anarcosindicalistas un tal impulso que alrededor de la Confederación Nacional del Trabajo gravitó la mayoría de la clase trabajadora española.
  • Y por último, aunque no menos importante, los anarquistas dieron pruebas de una imaginación de la que siempre han carecido los socialistas.

El origen de la CNT lo encontramos en la Federación Regional de Española (FRE) de la AIT, fundada en 1870. La FRE vivió el debate entre marxistas y anarquistas planteado en el seno de la AIT. Pero, mientras que en las instituciones centrales de la I Internacional dominó la corriente marxista, en la FRE se consolidó la mayoría formada por sindicalistas y anarquistas. Finalmente el sector marxista madrileño sería expulsado de la FRE en 1872 y constituyeron lo que ellos llamaron «la Nueva Federación Madrileña» que, años después, daría lugar al PSOE.

Congreso FRE. 1870.

Teatro del Circo, Barcelona. Junio de 1870.
Primer Congreso de la FRE y Primer Congreso Obrero en España.

Desaparecida la Internacional de los Trabajadores, las disputas internas y en especial la represión llevada a cabo por el gobierno de la Restauración, puso fin a la FRE, la primera experiencia internacionalista en España. En 1881 se fundó la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), heredera de la anterior y que experimentó un rápido crecimiento. Pero la FTRE no tardaría mucho tiempo en verse obligada a pasar a la clandestinidad y en correr la misma suerte que su predecesora. La dura represión -especialmete en el campo andaluz- terminó por dividir a la Federación. Su heredera fue la Organización Anarquista de la Región Española (OARE) que actuó desde la clandestinidad y que inauguraría en España lo que sería conocido como la propaganda por el hecho. Este nuevo periodo de atentados anarquistas se prolongaría hasta finales del siglo XIX, momento en el que se iniciaría una reorganización sindical en el país.

En 1907 se formó el sindicato catalán Solidaridad Obrera, que recogía los restos del espíritu internacionalista así como los planteamientos del sindicalismo revolucionario francés recogidos en la Carta de Amiens. Ambas corrientes se hicieron una sola para terminar convirtiéndose en lo que posteriormente se conocería como anarcosindicalismo.

Finalmente, en noviembre de 1910 Solidaridad Obrera convocó un Congreso Obrero Nacional en el Teatro Bellas Artes de Barcelona. En dicho comicio se aprobó trascender el ámbito regional catalán hacia un ámbito estatal español con el nombre de Confederación Nacional del Trabajo (CNT). El objetivo no era otro sino «apresurar la emancipación económica de la clase trabajadora a través de la expropiación revolucionaria de la burguesía». La CNT comenzó siendo pequeña, con alrededor de 30.000 miembros a través de varios sindicatos y otras confederaciones. Su crecimiento fue rápido, aunque estuvo marcado constantemente por largos periodos de clandestinidad que debilitaron a la organización:

Congresos
Zona geográfica 1910* 1911 1919 1931 1936
Andalucía (25) 8.029 104.622 97.478 150.210
Aragón (4) 2.461 15.577 21.937 28.946
Asturias (18) 1.520 12.907 24.881 19.510
Cantabria (0) 300 426 893 2.384
Castilla-La Mancha (0) 342 1.799 2.664
Castilla-León (1) 174 900 7.000
Cataluña (67) 14.213 424.578 298.966 178.085
Extremadura (0) 320 1.530 2.624
Galicia (13) 555 11.079 13.208 23.134
Islas Baleares (2) 920 110 1.025 2.598
Islas Canarias (0) 971 9.364
La Rioja (0) 610 2.718 2.620 5.055
Madrid (0) 946 5.474 33.003
Murcia (1) 8.682 6.131 12.078
Navarra (0) 182 1.600
País Valenciano (9) 1.292 112.081 54.531 56.265
País Vasco (1) 210 2.864 2.867 4.789
Ceuta (0) 3.796 5.727
Melilla (0) 2.970
Tánger (0) 30
Total (124) 29.510 705.512 534.168 548.693
*Los datos referidos a 1910, sólo incluyen el número de sindicatos presentes en dicho congreso por desconocerse el número de afiliados asistentes al mismo.Por otro lado, los datos referidos a los restantes Congresos, desde 1911 a 1936, se refieren al número de afiliados por zonas geográficas.

Puede haber algún descuadre numérico que no es importante para el análisis global de la afiliación total de la CNT.

En 1911 con ocasión de su primer congreso se convocó una huelga general lo que provocó que el sindicato fuese ilegalizado hasta 1914. A partir de 1916 la CNT cambió de estrategia con respecto a la UGT estableciendo relaciones con este sindicato, lo que hizo que ambas organizaciones convocaran conjuntamente la huelga general de 1917. Pero la actuación de la UGT durante su desarrollo evidenció para buena parte de los libertarios que la dirección ugetista, aunque interesada en la presión social para conseguir sus objetivos, no rebasaría nunca los límites parlamentarios que encauzaban a los trabajadores por senderos aceptables para la burguesía.

El estallido de la I Guerra Mundial favoreció el desarrollo de la economía española y produjo enormes beneficios a los grandes industriales y en el sector agrario. En este periodo los patronos accedieron con relativa facilidad a las demandas obreras de mejores salarios. Esta eficacia de los sindicatos hizo afluir a estos grandes masas, que vieron en ellos un arma para arrancar mejoras a los patronos y para defenderse, a la vez, del movimiento alcista de los precios. La CNT reunía en 1915 a 15.000 afiliados y a finales de 1919 había pasado a contar con 714.000.

Para la burguesía, el anarcosindicalismo se estaba convirtiendo en una clara amenaza para el orden social que sustentaba su hegemonía social y económica. La prueba de fuego entre ambos se inició el 5 de febrero de 1919 con el conflicto de la Canadiense en Barcelona, una huelga mítica en la historia del sindicalismo libertario por su importancia, duración y dimensiones. La huelga concluiría con un balance bastante favorable para los trabajadores: jornada de ocho horas, mejoras salariales, readmisión de los despedidos y libertad para los detenidos.

Manifestación contra el hambre. 1916.

Manifestación contra la carestía de la vida. 1916.

Por entonces comenzó a cundir el pánico entre los patrones, lo que dio origen del pistolerismo que propició un auge de la violencia, especialmente en las calles de Barcelona. La lucha social de clases se había convertido en el gran problema para las clases dirigentes del país. Esta espiral de violencia y pistolerismo, iniciada por la patronal y a la que respondió la CNT, duraría hasta finales de 1923 con el golpe de estado de Primo de Rivera y que supondría la vuelta a la clandestinidad del sindicato.

Tras la caida del dictador en 1930, la CNT volvió a la legalidad y los sindicatos y las estructuras locales y regionales se reorganizaron con enorme pujanza por toda la geografía española. Contrariamente a las previsiones de Primo de Rivera, el anarcosindicalismo había sobrevivido a su mandato, como ya sucediera en el siglo pasado, cuando oficalmente se certificara la defunción de la Internacional Española.

El 14 de abril de 1931 fue proclamada la Segunda República en España. Al poco tiempo, Largo Caballero, ministro de Trabajo y secretario general de la UGT, implantó los jurados mixtos, que no eran sino los comités paritarios de la Dictadura (estructura análoga a los comités de empresa acutales). Las leyes laborales de Largo Caballero situaban a la CNT en clara desventaja respecto a la UGT, ya que este decreto dejaba fuera de la ley a la Confederación, sector mayoritario del proletariado español organizado, por ir contra los principios más básicos de ésta. Toda diferencia entre obreros y patronos tenía que ser previamente arbitrada y, por otra parte, aquella disposición, claramente diriga contra el anarcosindicalismo, tendía a la supresión del derecho de huelga. Las masas obreras comprendieron prontamente que el nuevo régimen no acertaría a colmar sus razonables aspiraciones.

Desde 1931 se propagó en los sindicatos un ambiente revolucionario que la militancia moderada (con Ángel Pestaña a la cabeza) intentó frenar con la publicación en agosto de 1931 del «Manifiesto de los Treinta». Los partidos políticos recibieron el manifiesto con complacencia. Desde siempre habían tendido a embridar a la Confederación, a hacerla siempre entrar por los cauces que convenía a los intereses políticos -y si esto fracasaba, entonces se ponía en marcha la política de exterminio-. Los políticos catalanistas, sobre todo, juzgaron favorable la ocasión e influyeron para hacer estallar el cisma en ciernes.

Los Treintistas comenzaron a ser desplazados de todas sus responsabilidades orgánicas. Los sindicatos de Sabadell, con más de 20.000 afiliados y partidarios del Treintismo, fueron expulsados de la Confederación. Este hecho condujo a la escision que originó los llamados Sindicatos de Oposición. El larvado proceso reformista de Pestaña, ya fuera de la CNT, reveló toda su trascendencia en el clímax final, con la creación a finales de 1932 del Partido Sindicalista, que, por otra parte, al aspirar a constituirse en motor e inspirador de los sindicatos obreros, confirmaría las tesis de sus opositores. El Partido Sindicalista marcó una ruptura formal con el anarquismo y su evolución hacia un sindicalismo político inspirado en el laborismo inglés.

Ya por esta época, coincidiendo con la caida de los treintistas, se crearon los cuadros de Defensa Confederales, con la idea de dotar al anarcosindicalismo de un aparato paramilitar con el que, en su día, poder batir victoriosamente a las fuerzas armadas. Los cuadros de defensa, organizados territorialmente en zonas muy delimitadas respecto a otros grupos, formados por seis miembros, con tareas muy precisas de carácter informativo, de espionaje e investigación, eran la organización armada clandestina primaria de la CNT.

La CNT, exasperada por la política monopolizadora de los socialistas en el Ministerio de Trabajo, comenzó una etapa insurreccionalista para cobatir a un rñegimen republicano que se había propuesto neutralizar el anarcosindicalismo. Fue entonces cuando comenzo a hablarse de la llamada «gimnasia revolucionaria«. Las huelgas, disturbios y asaltos que culminaban con la proclamación del comunismo libertario se sucedieron en diversos puntos del pais a lo largo de los años venideros. Mención especial merecen los sucesos de Casas viejas en 1933. La matanza llevada a cabo por la guardia civil, mandatada por el gobierno republicano, resultó prodiga en consecuencias. Conocidos los hechos en el resto del país, se produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario, que teminó por provocar la caída de Manuel Azaña como Presidente del Consejo de Ministros, así como el desprestigio del gobierno republicano por parte de las clases populares.

Casas Viejas.

Momento en el que cuentan a los ejecutados en Casas Viejas.

Así se saldaría la primera experiencia de gobierno a cargo del socialismo español, que la había perseguido con tenacidad a través de largos y tediosos años de historia parlamentaria.

La crisis del gobierno Radical-Socialista provocó la convocatoria de nuevas elecciones generales para noviembre de 1933 que dieron una amplia victoria a la derecha. El anarcosindicalismo asistía con atención a la evolución del socialismo, que había sido arrojado del poder y se entragaba a amargas lamentaciones. Desahuciados, los socialistas, pensaban ahora en la revolución. Pero la CNT no olvidaba su gestión en el gobierno.

En este contexto se produjo la revolución de octubre de 1934, que principalmente se dio en Asturias y un poco en Cataluña, donde CNT participó activamente. En el resto de España no hubo sino huelgas y violencias esporádicas. La represión estuvo a la altura de las mayores represiones de todas las épocas. Las empresas mineras despidieron en masa a los trabajadores y solamente los admitieron luego de depuración previa. Hubo numerosísimas ejecuciones y más de veinte mil personas fueron a parar a las cárceles. La amplitud del movimiento de Asturias, si bien logro el objetivo de quebar el gobierno radical-cedista, desbordó sin duda las previsiones de los estrategas socialistas.

Finalmente, las elecciones de febrero de 1936 dieron la victoria al frente popular y Azaña fue nombrado Presidente de la República. Pronto empazaron a cundir rumores acerca de la preparación de un gope de estado. Mientras, se incrementaban las huelgas y las ocupaciones de tierras por los campesinos, a lo que el gobierno respondió con el envío de sus fuerzas para reprimirlas. También en las grandes ciudadades estallaron numerosas huelgas de mayo a junio. Especialmente importante fue la huelga en junio de la construcción en Madrid, a la que acabarían sumaándose cien mil trabajadores. El impulso cobrado por la CNT en Madrid era, a la sazón, impresionante. El crecimiento de la Confederación se hacía a expensas de los sindicatos ugetistas.

17 de julio de 1936 el ejército del norte de Marruecos y diversas guarniciones peninsulares dieron un golpe de estado. El poder plítico, impotente, empavorecido, atomizado, lo recogió el pueblo en la misma calle.

El 19 de julio la sublevación llegaría a Barcelona donde en treinta y tres horas la clase trabajadora sofocaría el levantamiento fascista. La victoria fue ampliamente celebrada en la ciudad condal. Al mismo tiempo, el pueblo, que se había apoderado de las armas, se lanzó a la revolución social con el binomio CNT-FAI a la cabeza. Grupos armados se desplazaron a toda la región y Tarragona, Gerona y Lérida siguieron la suerte de Barcelona. La CNT y la FAI quedaron dueñas absolutas de la vida de Cataluña, comenzando así lo que pasaría a la historia como la revolución social española. Sin embargo, rechazada la propuesta de García Oliver y de la Comarcal del Bajo Llobregat de ir a por el todo, se creó el Comité Central de Milicias Antifascistas, compuesto por todas las fuerzas «de izquierda» de Cataluña, y que pasó a convertirse en una órgano paralelo a un gobierno de la Generalitat fantasma. De cualquier manera, aunque no se había aprobado ir a por el todo, el hecho es que la clase trabajadora catalana, impaciente, se lanzó a la colectivización de las tierras y de los medios de producción.

El pueblo en armas. CNT-FAI.

19 de julio de 1936. El pueblo en armas.

A las cuarenta y ocho horas del alzamiento el país se hallaba dividido en dos zonas: en general, las provincias agrarias, Galicia, Castilla, León, Aragón, Navarra y Andalucia, quedaban en poder de los nacionales; mientras Cataluña, Levante, Asturias, Pais Vasco y Madrid bajo el dominio de la República.

En Cataluña, el 24 de julio la Columna Durruti, formada por unos 2.500 milicianos, salió de Barcelona y se dirigió hacia Zaragoza, con el objetivo de liberar la ciudad del yugo fascista y así extender la revolución social. Pero el decreto de militarización de las Milicias Populares produjo un gran descontento entre los milicianos voluntarios. Tras largas y enconadas discusiones, parte de los milicianos abandonaron los frentes. En febrero de 1937 se celebró una asamblea de columnas confederales que trató la cuestión de la militarización. Las amenazas de no suministrar armas, alimentos, ni soldada, a las columnas que no aceptaran la militarización, sumada al convencimiento de que los milicianos serían integrados en otras unidades, ya militarizadas, surtieron efecto. La ideología de unidad antifascista y la colaboración de la CNT-FAI en las tareas gubernamentales, en defensa del Estado republicano, triunfaron contra la resistencia a la militarización. Nuevo error que el anarquismo español pagaría muy caro.

El 4 de noviembre de 1936, ya disuelto el comité de milicias antifascistas, la CNT entró en el gobierno republicano de Largo Caballero, siendo los titulares designados por la misma CNT: Juan García Oliver (Ministro de Jusiticia), Federica Montseny (Sanidad), Juan Peiró (Industria) y Juan López (Comercio). Naturalmente hubo muchas críticas que vinieron del anarquismo y anarcosindicalismo exterior, asi como muchas oposiones internas a la actitud gubernamental de la CNT, pero tampoco los opositores lograron señalar una alternativa convincente para la masa confederal. Y en realidad, también hubo una complicidad inconfesada en muchos militantes enemigos de la colaboración, quienes criticaban al mismo tiempo que dejaban hacer. Las circunstancias impuestas por una guerra implacable determinaba de modo paulatino la absorción por el estado de los órganos populares creados por el impulso revolucionario. Trataría de controlarlos primero, enmarcarlos posteriormente en la legalidad y destruirlos al fin brutalmente.

A pesar de los muchos proyectos y decretos promulgados por los cuatro ministros anarquistas, la realidad es que su labor en el gobierno se vio muy limitada por la escasa duración de su mandato, que no llegó a alcanzar un semestre. El Partido Comunista ya llevaba tiempo planeando el asalto al poder ejectuvo y en mayo de 1937 Negrín fue colocado al frente del ejectuvio, en detrimento de Largo Caballero.

Milicianas.

Milicianas de la CNT-FAI.

A partir de entonces el avance del stalinismo fue imparable. Ya la situación conflictiva entre las tendencias que se proponían la revolución por la base (los anarquistas y la CNT), y la conquista del poder político por la cúspide (los comunistas, el PCE y el PSUC), culminó el 2 de mayo con el ataque por sorpresa en Barcelona de doscientas unidades de las Fuerzas de Asalto comandadas por las cúpulas comunistas al edificio de la Telefónica, entidad que estaba incautada por la CNT. Comenzó así un enfrentamiento en las calles de la ciudad entre la CNT-FAI y el POUM, por un lado, y el PSUC y la UGT por otro. Los Comités de la CNT tratataban de demostrar la extralimitación de funciones del consejero de Seguridad Interior y mientras, la radio CNT-FAI, difundía sin cesar procalamas tendetes a imponer el «alto el fuego». Estas proclamas frenaron el impulso ofensivo de los cuadros de base, desconcertados por la actitud conciliadora de los Comités responsables. Estas vacilaciones eran aprovechadas por sus enemigos para conquistar nuevas posiciones.

Al fin se logró el apaciguamiento y la CNT creyó, o quiso creer en la vistualidad de aquella paz, pero la verdad fue que a partir de aquel momento, el equilibrio de fuerzas políticas en Cataluña se venció del lado del PSUC y la Generalitat. La contrarrevolución republicana-stalinista había triunfado y se formó un nuevo Gobierno de coalición -en un intento de mantener la ficción de la unidad-, siempre presidido por Companys. Esto afectaría al desarrollo de la contienda en todo el país y la unidad antifascista quedaría en lo sucesivo como mero tema para la propaganda y el proselitismo partidista.

A raiz de los sucesos de mayo, se decretó la destrucción de las colectividades campesinas, que fueron asaltadas militarmente. Las tierras y herramientas de los colectivistas fueron entregadas a los viejos propietarios expropiados. Más de 600 militantes de la CNT fueron detenidos, hubo entre ellos muertos y heridos, y más de un millar tuvieron que emigrar a otras regiones o buscar refugio en las trincheras amigas.

Estos hechos señalaron el fin de la revolución social y el principio de la hegemonía stalinista en el ámbito de la República, una contrarrevolución llevada a cabo por los partidos comunistas (PCE-PSUC), dirigidos por Dolores Ibárruri («La Pasionaria«) y Santiago Carrillo, a su vez teledirigidos desde Moscú. La revolución española había sido destruida y el stalinismo se hizo hegemónico en aquella república burguesa que, paradójicamente, carecía de apoyos sociales burgueses, pues la gran burguesía catalana y vasca se habían adherido a la sublevación militar e instalado en Burgos, sede del fascismo que habría de triunfar finalmente bajo el caudillaje del genocida Francisco Franco.

La experiencia colectivista que se desarrolló en Cataluña entre julio de 1936 y enero de 1939, a pesar de que no pudo alcanzar plenamente sus objetivos debido a los condicionamientos y dificultades con que tuvo que enfrentarse, constituye una de las transformaciones más radicales del siglo XX. Transformación que afectó todos los aspectos de la vida política, económica, social y cultural no solo de la región sino del país entero.

El 26 de diciembre de 1938 caía Cataluña. La retraguardia de la zona, hambrienta y desmoralizada, se resignaba a la derrota. El 10 de febrero el ejército nacional ocupaba el último tramo de los pirineos, cerrando asi las fronteras. El 27 de febrero de 1939 Azaña dimitió de la presidencia de la República y el 4 de marzo Negrín y los dirigentes comunistas abandonaron España. Entonces se conocieron las condiciones fijadas por el gobierno del general Franco: rendición total. No había negociación posible. A partir de entonces en la zona republicana se vivió como en una pesadilla.

Puerto de Alicante. Guerra Civil.

Puerto de Alicante. 1 de abril de 1939, final de la guerra.
Concentración de tropas fascistas italianas. Todos miran hacia el Malecón, donde, tras un caótico
rebujo de vehículos abandonados y el humo de las hogueras de los huidos, se vislumbra una masa humana.
Son los 20.000 republicanos que se habían refugiado en la estrechura del muelle a la espera –vana-
de que alguno de los numerosos barcos tantas veces prometidos se aproximaran al puerto
para embarcar hacia cualquier lugar en busca de la salvación.

El 1 de abril de 1939 el ejército nacional dictó el último parte. La guerra civil había terminado, dando paso a la instauración de un régimen fascista con Francisco Franco auto-erigido Caudillo de España que durante los primero años pondría especial enfasis en perseguir y exterminar a los disidentes políticos. Había terminado la guerra pero la paz no había llegado. Ni llegaría.

El destierro de los refugiados fue muy diverso. Los menos consiguieron un pasaje para América Latina. Francia fue el asiento de la gran masa de emigrados, siguiendo luego Inglaterra y África del Norte, ya en un tono menor. Aquellos que tenían aval de un deudo o un amigo podían abandonar los campos de refugiados en Francia y hallar un trabajo para mitigar su miseria. Otros muchos fueron a parar a los campos y a las gigantescas obras hidráulicas («barrages») a la sazón en marcha en el país vecino. Otros muchos fueron a alistarse a la legión extranjera o a los batallones de trabajadores.

En noviembre de 1941, bajo la mirada de la Gestapo -las tropas de Hitler ya habían tomado Francia- los hombres del Barrage formaron la Comisión organizadora del Movimiento Libertario Español en Francia, el cual agrupaba a hombres de las tres ramas (CNT, FAI, FIJL). La reorganización se extendió a la zona libre y a la ocupada, llegando conel paso del tiempo a todos los puntos del pais. Poco antes del desembarco aliado en la playa de Normandía, quedó vertebrada toda la CNT en Francia. La CNT continuaba siendo, por el número de sus militantes y actividad, la organización más importante del exilio republicano. Pero tras el final de la II Guerra Mundial el sector mayoritario dio por cerrado el periodo de colaboración y gubernamentalismo, a lo que se oponían una minoría, esto terminó por generar una escisión en el exilio en dos ramas que no se reunificarían hasta 1960.

En el interior, la represión que ejerció el franquismo durante los primeros año fue sanguinaria. Entre 1939 y 1944 fueron fusiladas un total de 190.694 personas. Esto no supuso un impedimento para que ya desde 1939 la CNT comenzara a reorganizarse en el interior. Los comités Nacionales caían constantemente pero a pesar de ello la Confederación experimentó un pequeño augeo quedando prácticamente vertebrada en todo España. Comenzó la agitación en la universidad, los golpes de mano de los guerrilleros de El Maquis y las luchas de la guerrilla urbana en Barcelona alentadas por el movimiento libertario en el exilio.

Sin embargo, al finalizar la guerra mundial ya había quedado claro que las potencias occidentales no iban a intervenir en España, por lo que se recrudeció la represión del regimen a partir de 1947 la CNT en el interior comenzó su declive, extinguiendose paulatinamente.

En 1961 se creo un organismo secreto, desde el exilio, conocido como Defensa Interior (DI), con el objetivo de dinamizar la accion armada y conspirativa contra el franquismo y que tenía como blanco principal la eliminacion del general Franco. DI quedó formado por cuatro conocidos militantes exiliados en Europa, dos en America y uno en Africa: por la CNT en Europa, Acracio Ruiz y Cipriano Mera; por la FAI y representando al exilio libertario en America y Europa respectivamente, Juan Garcia Oliver y Germinal Esgleas; por la FIJL, Octavio Alberola; y representando a la CNT en Africa, Juan Jimeno. Pronto se realizaron las primeras acciones. En Junio de 1961 estallaron artefactos explosivos en Madrid, para posteriormente realizar actos similares en Valencia y Barcelona y culminar en Agosto con explosiones en el Valle de los Caidos y en San Sebastián, en las cercanías de la residencia de verano de Franco. Sin embargo la presión de las autoridades francesas y la colaboración de las policías de ambos países fueron dificultando la acción de DI que terminaría por desaparecer.

Aún así, la década que va desde 1955 hasta 1965 fue en realidad un tiempo sombrío para el anarcosindicalismo español y no pocos vaticinaban -una vez más- su extinción. Pero con la paulatina caida del régimen la CNT comenzó su reconstrucción. En el verano de 1975, la sensación de desmoronamiento del régimen era omnipresente.

Finalmente, el dictador moriría en Madrid el 20 de noviembre de 1975. Tras su muerte, los mecanismos sucesorios funcionaron como el dictador había dejado atado y bien atado y Juan Carlos de Borbón fue investido rey el 22 de noviembre del mismo año, siendo aceptado con escepticismo tanto por los adeptos al régimen como por la oposición democrática. Se inició así el proceso conocido como Transición Española y su -no tan mencionada- guerra sucia.

El 6 mayo de 1977 la Confederación Nacional del Trabajo fue legalizada, lo que contribuyó a su desarollo. La CNT, última organización sindical en ser legalizada, confirmó en esta etapa sus clasicismo revolucionario: rechazaba los contactos o componendas con el estado o con el empresario en al cúspide. Durante estos meses se declinó una invitación para dialogar con el ministro de Relaciones Sindicales y otra para participar en la OIT (Organización Internacional del Trabajo) por su carácter intergubernamental y antiobrero a todas luces.

Al poco tiempo se hizo evidente el fracaso de la ruptura con el franquismo y la domesticación de los sindicatos. Creció así la sensación de traición y derrota entre los militantes más combativos de la clase trabajadora, sobre todo entre los afiliados a los partidos comunistas que, iritados y decepcionados, recalaron en los sindicatos de la CNT, que mantenía un discurso radical y antipolítico en el que ellos se reconocían. En muy pocos meses, los sindicatos cenetistas crecieron en número y afiliación pero, a cambio, se vieron reforzados por afiliados ajenos al anarcosindicalismo. En cualquier caso, la CNT ya era un sindicato plenamente consolidado, lo que se pudo comprobar en los mitines de San Sebastián de los Reyes o el de Montjuich, que congregó a más de doscientis mil personas.

Mitin de Montjuich de la CNT en 1977. Barcelona.

Mitin de la CNT en Montjuich. Barcelona. 2 de julio de 1977.

Todo parecía apuntar a un gran renacimiento de la CNT, no sólo como organización sindical, también como aglutinante de un importante movimiento libertario que conectaba con un amplio movimiento social contestatario. La CNT parecía revivir pasando factura a casi cuarenta años de dictadura y de falta de libertades, encabezando los anhelos, las ansias de libertad y los deseos de cambios radicales y en profundidad de amplios sectores de la población española.

En medio de una fuerte conflictividad social tuvo lugar en octubre de 1977 la firma de los Pactos de la Moncloa. Estos acuerdos fueron firmados entre el Gobierno de España, presidido por Adolfo Suárez y los principales partidos políticos con representación parlamentaria en el Congreso de los Diputados. Los pactos supusieron la imposición definitiva de la reforma política sobre la ruptura con el franquismo. Si la futura Constitución tenía una gran importancia en lo que se refería a establecer las reglas básicas del juego político, el pacto social tendría una importancia también trascendental, ya que sería lo que permitiría reconstruir la paz social y la disciplina en el mundo del trabajo español. Algo sin duda imprescindible en un país en donde la clase obrera había adquirido una gran capacidad de autoorganización capaz de sobrepasar a comités y burocracias sindicales. Había que restablecer una situación de sometimiento, imprescindible para afrontar una crisis económica que se pensaba resolver con un ajuste duro que, por supuesto, debían pagar los trabajadores.

Por lo tanto, una parte fundamental de los Pactos de la Moncloa era como controlar al movimiento obrero y a los sindicatos al margen de CCOO y UGT, es decir a la CNT. Fue aquí por lo tanto donde se creó y preparó la colaboración de clases (concertación social), para lo que se tomó como ejemplo la socialdemocracia alemana. Así nacían los comités de empresa (sindicalismo de nuevo tipo) nefastos para la lucha no sólo en lo económico, sino también en lo organizativo y unitario como clase, ya que parcializaban las luchas empresa por empresa, cuando las luchas y las reivindicaciones eran globales. En realidad, los comités de empresa eran (y son) de naturaleza antisindical, puesto que la actividad sindical sólo consistía en depositar un voto en una urna cada cuatro años, y los trabajadores -supuestamente representados en su conjunto por el comité- no sentían la necesidad de organizarse para luchar por sus intereses.

Al poco tiempo UGT y CCOO aceptaron firmar el documento y la CNT pasó a ser el único gran sindicato que nucleaba un frente contra el pacto social en el que se agrupaba buena parte de la izquierda radical, otros sindicatos de corte asambleario y algunos movimientos sociales. Pero lo que convertía a la CNT en un peligro potencial no era su fuerza en aquel momento, sino su posible capacidad para encauzar el descontento social que inevitablemente iba a producirse.

El 15 de enero de 1978 la CNT organizó una manifestación en Barcelona contra la firma de los Pactos de la Moncloa y las elecciones sindicales. En la misma se juntaron alrededor de 10.000 trabajadores que seguían oponiéndose a ese pacto social y que era prueba evidente de la gran capacidad de convocatoria que tenia la CNT en aquellos momentos. Terminada la manifestación, tuvo lugar un ataque con cócteles Molotov contra la sala de fiestas más conocida y de más éxito de Barcelona en aquellos momentos, la sala «Scala». El resultado inmediato fue la muerte de cuatro trabajadores de la sala, tres de los cuales eran afiliados de la propia CNT. La duda y la incredulidad siguió siendo la tónica general hasta que, tan sólo cuarenta y ocho horas después, un comunicado de la policía informó de la detención de todos los presuntos autores del atentado, a quienes inmediatamente se les relacionó con la CNT. En los días posteriores fueron detenidas alrededor de 170 personas más, al mismo tiempo que se desataba una imponente campaña de descrédito contra la organización confederal por medio de los medios de comunicación y de los aparatos represivos del estado, que vieron la ocasión de amordazar y destruir la única fuerza con cierto peso social que amenazaba la amplia operación de blanqueo de la dictadura franquista y de los propios franquistas: los Pactos de la Moncloa.

Foto. Manuifestación del 1 de mayo en Madrid. 1976.

1º de Mayo de 1976. Manifestación en Madrid.

El tiempo demostraría que el atentado fue producto de un montaje policial orquestado mediante confidentes infiltrados en el sindicato y la infiltración del confidente, Joaquín Gambín, quien había dirigido el atentado. Peor ya era demasiado tarde, el Caso Scala marcó el fin del crecimiento espectacular de la CNT y del movimiento libertario en general, y el inicio de su decadencia acelerada. Supuso el frenazo de una organización que crecía a ojos vista, el acentuamiento de sus divisiones y un descrédito que arrastró la organización confederal que quedó ampliamente desautorizada socialmente y prácticamente neutralizada: se consumó el gran Pacto de Estado de la Transición y de la nueva Democracia Española, sin oponentes.

El periodo entre 1979 y 1983 estuvo marcado por las escisiones que sufrió la anarcosindical, producto de la postura mantenida por parte de los sectores minoritarios en favor de participar en las elecciones sindicales a comités de empresa, copia sin retoques de los Jurados Mixtos, los Comités Paritarios y los Jurados de Empresa que siempre rechazó la CNT y que fueron causa de su marginación con la dictadura de Primo de Rivera y con la Segunda República y motivo de exclusión de la lucha sindical en el seno de la CNS franquista. Es importante señalar que estas escisiones no se habrían producido sin la intervención estrella del gobierno del PSOE, deseoso de hacer pasar a la CNT por el aro del sindicalismo institucionalizado. Alfonso Guerra, vicepresidente del gobierno, llegó a mantener reuniones secretas con José Bondía, entonces secretario General de la CNT, al que le hizo una serie de suculentas promesas que ponían sobre la mesa una auténtica oferta de compra de la CNT. Producto de estas escisiones como resultado del entramado gubernamental fue la creación de la CGT, organización que aún a día de hoy mantiene su misión de tratar institucionalizar el sindicalismo revolucionario y encauzar la rebeldía de la clase trabajadora. Tal y como el PSOE había esperado.

La Confederación Nacional del Trabajo había retomado sus esencias, pero no sin pagar un alto precio: una dolorosa ruptura sindical, una considerable pérdida de militantes y una sensación de amargo desencanto que tardaría en superar. Tras el calvario vivido a lo largo de la década de los noventa, época en la que se podría destacar las luchas por la recuperación del patrimonio sindical histórico, la CNT entró en el siglo XXI exhausta. Fue entonces cuando comenzó a experimentar un crecimiento, enmarcado dentro de un contexto de revitalización del anarquismo a nivel global, especialmente en los últimos tres o cuatro años; un auge que se puede constatar si examinamos el notable incremento de conflictos laborales y la creación de nuevos nuevos núcleos y sindicatos confederales en diversos puntos del estado.

Paz a los hombres y guerra a las instituciones.

Bibliografía:

  • «El proletariado militante» (Anselmo Lorenzo, 1901)
  • «La anarquía a través de los tiempos» (Max Nettlau, 1935)
  • «Historia del anarcosindicalismo español» (Juan Gómez Casas, 1973)
  • «Historia de la FAI» (Juan Gómez Casas, 1977)
  • «El eco de los pasos» (Juan García Oliver, 1978)
  • «El relanzamiento de la CNT, 1975-1979» (Juan Gómez Casas, 1984)
  • «AIT, la Internacional desconocida» (Fidel Gorron Canoyra, 1986)
  • «Antología Documental del Anarquismo Español» (Franciso Madrid y Claudio Venza, 2001)
  • «Ministros anarquistas» (Dolors Marín, 2005)
  • «El anarcosindicalismo en el decurso histórico» (José Luis García Rua, 2007)
  • Periódico CNT – http://www.periodicocnt.org/
  • Periódico Solidaridad Obrera – http://soliobrera.cnt.es/
  • Periódico Tierra y Libertad – http://www.nodo50.org/tierraylibertad/

El sindicato que te protege