1939-1975: la CNT durante el franquismo

Camino del exilio a Francia

Tras la pérdida de Cataluña el 26 de enero de 1939 se inició el exilio a Francia de contingentes masivos de soldados y de civiles con sus familias, miembros de comités y de sindicatos, componentes de los diversos organismos políticos y administrativos, simples obreros de las industrias de guerra y militantes de las organizaciones sindicales y políticas.

Los últimos atravesaron la frontera francesa hacia el 10 de febrero del mismo año, día en que el ejército nacional ocupaba el último tramo de los Pirineos, cerrando así la salida. Estas masas se fueron concentrando en campos, playas o en edificios de carácter militar, como el castillo de Saint-Louis, en la Cerdeña.

El gobierno francés, con Édouard Daladier como primer ministro, retenía cerca de la frontera española cuantioso material de guerra para la República. Unidades del ejército francés desarmaron a las dispersas unidades militares republicanas y las enviaron a campos de concentración, a los que también mandaban a civiles. Estos campos fueron organizados militarmente bajo el mando de los propios jefes de las unidades españolas republicanas.

Depósitos de armas en el  exilio. Anarquistas.

Uno de los numerosos depósitos de armas requisadas a los milicianos. Le Perthus, Francia. 1939.

La disciplina estricta en los campos se combinó con un régimen de privaciones que ocasionó enorme mortandad por disentería, inanición y otras enfermedades. Durante semanas la alimentación de estas personas fueron los tupinambús, intragable hortaliza cuyo recuerdo aún perdura en la memoria de quienes vivieron aquellos episodios.

El destierro de los refugiados fue muy diverso. Los menos consiguieron un pasaje para América Latina. Aquellos que tenían aval de un deudo o un amigo podían abandonar los campos y hallar un trabajo para mitigar su miseria. Otros muchos fueron a parar a los campos y a las gigantescas obras hidráulicas a la sazón en marcha en el país vecino. Otros muchos fueron a alistarse a la legión extranjera o a los batallones de trabajadores.

Aún sin finalizar la guerra, el 27 de febrero de 1939 Francia e Inglaterra reconocieron al gobierno de Franco y el gobierno republicano se quedó sin representación institucional al dimitir Azaña. Para intentar paliar la suerte de los refugiados y ante las insistentes críticas que relacionadas con el problema se le hacían a Negrín, éste organizó el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) que funcionó pero con las influencias y discriminaciones ya notorias en los últimos meses de negrinismo en España. Luego se crearon las Juntas de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), que sustituyó al SERE, cambiándose las discriminaciones de Negrín por las que ahora ejercía Indalecio Prieto.

Tras la liquidación completa de la zona Centro-Sur, último territorio en caer, escaparon a duras penas dos barcos, uno salido de Alicante con 3500 refugiados y otro de Cartagena con 500 personas a bordo. Ambos recalarón en Orán, así como diversas embarcaciones menores. Todos estos refugiados fueron a parar a campos de concentración argelinos, donde recibieron un trato inhumano. A estos campos también vinieron a parar españoles castigados de los campos disciplinarios del sur de Francia.

Exiliados en Francia. CNT.

Columna de refugiados españoles cruzando Collioure (Francia).
Más de 140.00 personas tomaron esta carretera desde el puesto fronterizo de Cerbere.

Francia fue el asiento de la gran masa de emigrados, siguiendo luego Inglaterra y África del Norte, ya en un tono menor. También paises de América Latina como México, Chile o Argentina abrieron sus puertas a los exiliados. También llegaron grupos de españoles a EEUU y la Unión Soviética, donde vivían ya algunos pilotos republicanos en curso de instrucción, así como las expediciones de niños españoles llegados en 1937 y 1938.

Al estallar el 1 de septiembre de 1939 la Segunda Guerra Mundial quedaron interrumpidas las relaciones entre los españoles dispersos por los tres continentes.

La reorganización del Movimiento Libertario en Francia

Ni que decir tiene que los militantes de la CNT, FAI y FIJL siguieron en general las visicitudes propias de la emigración en su conjunto. Procedían casi todos de las unidades militares, así como de los sindicatos e industrias de guerra donde había numerosos anarcosindicalistas. En París se había establecido el Consejo General del Movimiento Libertario, que nació a consecuencia de la pérdida de Cataluña. Este organismo lo presidió Mariano R. Vázquez («Marianet«, Secretario del Comité Nacional de la CNT) hasta su muerte en junio de 1939, cuando murió ahogado en el río Mame.

Pero la invasión alemana de Francia en mayo de 1940 determinó la desaparición práctica del Consejo. Los núcleos libertarios se establecieron en todo el continente y se coordinaron desde los tres continentes por medio de un organismo internacional.

En Francia, gran parte de los anarquistas exiliados fueron a parar a las compañías de Trabajo y a los Batallones de Marcha, donde trabajan bajo un duro régimen disciplinario. Luego llegaron los «barrages», pantanos o grandes obras hidráulicas donde fue utilizado ampliamente el esfuerzo de los exiliados. La CNT y el Movimiento Libertario iniciaron su reestructuración del exilio en el Barrage de L’Aigle, situado en el macizo central.

Campo Refugiados. Francia. Anarquistas.

Campo de refugiados españoles. Francia. 1939.

En noviembre de 1941, bajo la mirada de la Gestapo -las tropas de Hitler ya habían tomado Francia- y corriendo por ello riesgos terribles, los hombres del Barrage formaron la Comisión organizadora del Movimiento Libertario Español en Francia, el cual agrupaba a hombres de las tres ramas (CNT, FAI, FIJL). En 1942, la Federación Local del Barrage contaba con 80 militantes, creándose luego otros grupos en el Barrage de Laroquebrou, Marone, Minas de Ales, sin olvidar la región de los Pirineos y de Tolouse. En junio de 1943 se llevó a cabo el Pleno de Mauriac, en el que participaron ya delegaciones de diversos lugares de Francia. La reorganización se extendió a la zona libre y a la ocupada, luego a las obras hidráulicas, las arroceras de Camargue, las Minas de Gran Combre, Carmaux, etc. También a los boques normandos y bretones y finalmente a Burdeos, Marsella, Béziers y Montpellier. Todo esto culminó en el Pleno de Muret, celebrado en marzo de 1944, en el que poco antes del desembarco aliado en la playa de Normandía, quedó vertebrada toda la CNT en Francia.

Al término de la Segunda Guerra Mundial -oficialmente terminaría el 2 de septiembre de 1945- se celebró en mayo de 1945 en París el primer congreso de la emigración. Aunque solo pudieron acudir los delegados de África del Norte, Bélgica, Inglaterra y por supuesto Francia, los delegados asistentes representaban a un total de 35.000 afiliados. El delegado de España, debido a las dificultades del viaje, solo pudo asistir a la clausura del Congreso. Con todo, si se considera la importancia numérica de la comunidad libertaria que había recobrado su práctica orgánica, este congreso representaba sin duda alguna un momento culminante en la reconstrucción del Movimiento Libertario Español (MLE). También mostraba que la CNT continuaba siendo, por el número de sus militantes y actividad, la organización más importante del exilio republicano.

El Congreso de Federaciones Locales reafirmó las líneas clásicas anarcosindicalistas y cosideró cerrado el periodo de colaboración y gubernamentalismo, proclamando su fidelidad a los acuerdos del IV Congreso de Zaragoza en 1936. No obstante se manifestó una corriente circunstancialista -representante de la CNT del interior- que consideraba no terminado el periodo de la guerra civil, y vigente por tanto la colaboración política.

Esto terminó por generar demasiadas fricciones y finalmente en diciembre del mismo año se produjo la escisión cuando el MLE-CNT en el exilio expulsó al sector minoritario partidario de la colaboración gubernamental, que a su vez representaba la tendencia de la organización del interior.

La España del terror y el llanto

El franquismo aplicó a los vencidos la ley de responsabilidades políticas dictada en febrero de 1939. A partir del 1 de abril, fecha del último parte de guerra, los tribunales militares no dejaron de funcionar, aplicando a millares la pena de muerte. En julio del mismo año, las ejecuciones se daban a un ritmo de 250 por día en Madrid, 250 en Barcelona y 80 en Sevilla.

La represión discurría pese a su carácter terrorífico en un clima de impavidez. Entre 1939 y 1944 habrían sido fusiladas 190.694 personas, momento en el que la causa general contra la dominación roja era el texto que más vindicativamente se blandía contra los vencidos. Aparte de los fusilamientos, proliferaron los campos de concentración, los batallones de trabajadores, el destierro a otras localidades y su control por servicios de investigación, las discriminaciones en el trabajo y la expulsión de sus ocupaciones de cuantos se habían significado por su carácter militante, extendiéndose el interdicto a los mismos familiares.

Presos del franquismo.

1939. Patio del Penal de Santa María, Cádiz.
Centenares de presos esperan a ser redistribuidos a otras cárceles, trabajos forzosos o ejecutados.

Dentro de este marco contextual se inició la reorganización del movimiento libertario en el interior. En abril de 1939 habían llegado las tropas franquistas e italianas al puerto de Alicante, donde veinte mil refugiados habían estado esperando unos barcos que jamás llegaron. Apenas prisionera, la enorme concentración humana que esperaba exiliarse fue dividida entre la plaza de toros, el castillo de Santa Bárbara, el campo de los Almendros y las prisiones de Orihuela y Porta Coeli, donde inmediatamente empezaron a funcionar las ejecuciones y la represión. Pero el instinto de conservación y el propio valor de los militantes anarcosindicalistas y anarquistas, les empujó a reorganizarse, creándose en el mismo campo de Albatera el primer Comité Nacional de la CNT de la posguerra a cuyo frente estaba Esteban Pallarols, militante formado en Cuba y que había llevado un fructuoso trabajo en las colectividades campesinas de Levante.

Este comité nacional hizo un trabajo increible salvando militantes, falsificando órdenes de libertad, avales y documentos oficiales, con lo que salvaron de la muerte cierta a muchos compañeros y antifascistas en general. Este comité cayó en febrero de 1940 con la detención de Esteban Pallarols, quien sería ejecutado en 1946.

El segundo Comité Nacional del interior fue animado por Manuel López, liberado también de Albatera, pero al poco de estar en el cumplimiento de su misión orgánica cayó tuberculoso y murió. La tecera secretaría la desempeñó Celedonio Pére, prestigioso militante madrileño. Sería detenido en 1941 (y muerto en 1955) relevándole al frente del cuarto Comité Nacional el gallego Manuel Amil.

En marzo de 1944 se celebró un pleno donde se consideraba que el período revoucionario iniciado en julio de 1936 seguía abierto, por lo que seguían siendo válidos los cambios circunstanciales de táctica, manteniéndose por lo tanto vigente la postura colaboracionista gubernamental hasta la celebración de un congreso regular. A finales de diciembre de 1944 se creó la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), integradas por republicanos, PSOE, UGT y CNT, siendo la anarcosindical el alma de la alianza. Hasta mediados de 1945 cayeron otros tres comités nacionales. César Broto pasó a ser nombreado nuevo secretario del noveno comité nacional en un contexto de cierta euforia debida al triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial, por lo que las esperanzas de reinstauración de una democracia en España eran grandes. En septiembre de 1945 la CNT lanzó un manifiesto dirigido a los guerrilleros (maquis) en el que se les pedía que estuvieran atentos.

En noviembre de 1945 se constituyó un gobierno republicano en el exilio presidido por Giral, quién solicitó la colaboración de todos los grupos. La CNT de España contestó favorablemente y remitió a Giral una terna de la que eligió a Horacio Prieto y a José E. Leiva, los cuales se incorporaron a las actividades gubernamentales en el exilio. Como ya hemos visto antes, puesto que la CNT exiliada en Francia había acordado dar por finalizada la colaboración gubernamental, este hecho consumó de manera neta la escisión en el exilio.

Miantras tanto la represión continuaba sin respiro en el interior. Cayeron numerosos comités regionales, provinciales y locales, así como centenares de militantes. Sin embargo, y hasta últimos de 1947, siguió el auge reorganizativo de la CNT, prácticamente vertebrada en todo España, con un número de militantes adheridos que rondaría los 60.000. Una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta la represión del gobierno franquista. Se imprimían regularmente Solidariad Obrera y CNT, con amplias tiradas.

Durante estas fechas comenzó la decadencia de la colaboración política y del circunstancialismo político dentro de la organización del interior debido al fracaso de los gobiernos republicanos y de la propia ANFD en su proyección hasta los monárquicos y al enfriamiento de las esperanzas puestas con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Consecuencia de esto fue la aparición de una oposición activa al colaboracionismo, especialmente en el seno de la FAI y la FIJL de interior. A pesar de la caida de los comités de ambas organizaciones (y de los sucesivos) este tiempo estuvo cargado de dinamismo organizativo.

Al mismo tiempo, el Comité Nacional de CNT en el interior organizaba y controlaba las guerrillas en las montañas («El Maquis«) de Ciudad Real, Levante, Galicia, León y Asturias. Se intentaba crear así un verdadero ejército de resistencia. También comenzó el reparto masivo de octavillas y las pintadas espectaculares en la paredes y fachadas de edificios públicos. Comenzó la agitación en la universidad, los golpes de mano de los guerrilleros de El Maquis y las luchas de la guerrilla urbana en Barcelona alentadas por el movimiento libertario en el exilio.

El clima de lucha se contagió a las cárceles y se dieron formidables plantes en Alcalá de Henares, Dueso (Santoña), Burgos, Puerto de Santa María, etc. El franquismo flaqueaba pero a partir de 1947 la represión se recrudeció con la detención de cientos de compañeros y comités. Las actividades confedeales se prolongarían algún tiempo pero para finales de 1947 el impulso de la CNT ya estaba roto. En este tiempo el franquismo ya tenía claro que las democracias occidentales no iban a decretar su extinción, por lo que apretó aún más, si cabía, el dogal represivo. Al poco tiempo la ANFD, sin rumbo alguno, desaparecería. En abril de 1948 sería detenido el decimo sexto Comite Nacional de la CNT.

En este tiempo se recrudeció la acción de guerrilla urbana en Barcelona, animada por grupos exiliados. Faltos de bases suficientes, estos hombres eran sistemáticamente diezmados y perecían en choques con la policía, o siendo ejecutados a garrote vil o fusilados, como fue el caso de, entre otros, José Sabater, Julio Rodríguez, Pedro Adrover, Raul Carballeira, Francisco Martínez, Manuel Sabater, José López Penedo, etc.

La guerrilla antifranquista: El Maquis

El casi inmediato estallido de la Segunda Guerra Mundial sorprendió a gran parte de los excombatientes republicanos en territorio francés; muchos de ellos se incorporaron a la Resistencia francesa. A partir de 1944, con los ejércitos alemanes en retirada, muchos de estos guerrilleros reorientaron su lucha antifascista hacia España. Pese al fracaso de la invasión del Valle de Arán en ese año algunas columnas consiguieron progresar hacia el interior y enlazar con las partidas que habían permanecido en el monte desde 1939.

El periodo de máximo apogeo guerrillero fue el comprendido entre 1945 y 1947. Pero la intensificación de la represión franquista a partir de este año poco a poco fue terminando con las partidas. Muchos de sus integrantes murieron o fueron detenidos (lo que en muchos casos supuso igualmente la muerte), otros escaparon a Francia o Marruecos. En 1952 se procedió a la evacuación de los últimos contingentes de importancia y en 1953 la CNT en el exilio desautorizó la lucha armada. Desde ese año, quienes aún resistían en el monte, negándose a elegir entre exilio o muerte, luchaban ya casi exclusivamente por la supervivencia.

Maquis.

Maquis.

Entre los más destacados podemos citar a Quico Sabaté, anarquista catalán y militante de la CNT y la FAI, que fue uno de los máximos exponentes de la guerrilla urbana en Cataluña junto a Josep Lluís Facerías.

En julio de 1944 Sabaté realizó un primer viaje a España, para incorporarse a los grupos de acción contra el franquismo formando la «Partida de maquis de Quico Sabaté«. Desde su refugio en Francia compaginaba trabajos de fontanero, hojalatero y agricultor con los robos a empresarios acaudalados y entidades bancarias para financiar el traslado de propaganda desde Francia, la reorganización de los sindicatos de la CNT en el interior, sabotajes, acciones de guerrilla urbana, etc. Llegó a ser descrito como «El Enemigo Público número uno del régimen» en los medios de comunicación franquistas.

El grupo de Quico Sabaté colaboró en acciones conjuntas con otros grupos guerrilleros libertarios maquis como el de Marcel·lí Massana y Josep Lluís Facerias, y en otras capitales, además de Barcelona, como Zaragoza y Madrid. El día 4 de enero de 1960, encontrándose refugiados en una masía situada en las montañas entre Gerona y Bañolas fueron acorralados por la Guardia Civil. Tras un intenso tiroteo, murieron todos los hombres de la partida de Quico excepto él, que consiguió huir, aunque gravemente malherido. Al día siguiente, el 5 de enero de 1960 a las 8 de la mañana, fue sorprendido y acribillado a balazos por la Guardia Civil mientras buscaba un médico para que le atendiera.

Josep Lluís Facerías, militante de la CNT y de la FIJL, fue uno de los miembros más activos en acciones y organización de las Juventudes Libertarias de Cataluña, las cuales volvieron a publicar «Ruta«, su diario portavoz. En 1947, después de estar preso de nuevo en la cárcel modelo de Barcelona y convencido de que la lucha armada era la manera más rápida de obtener dinero como soporte a la CNT y a los militantes presos y sus familiares, formó la «Partida de maquis de Facerías«. Murió en Barcelona el 30 de agosto de 1957 en una emboscada asesinado por la policía de la dictadura militar franquista.

Pero el grupo de maquis rural que tuvo más eco popular fue el de Marcelino Massana (CNT), conocido por «Pancho». La comarca del Bages y sobretodo el Berguedà y sus entornos fueron las zonas donde durante seis años la partida de Massana plantó cara al régimen franquista. La guerrilla de Massana, contaba con más de 50 bases en masías, pueblos y ciudades donde los acogían y daban soporte. El éxito de las acciones del grupo de Massana se basaba en la aplicación de una estrategia muy eficaz, el conocimiento del terreno, palmo a palmo le permitía moverse con toda seguridad, tenía la prudencia de no hacer bajas inútiles y de no enfrentarse con la fuerza de orden público, solamente cuando fuese absolutamente necesario; era muy astuto y desconfiado como para no informar a nadie, ni a los compañeros del itinerario a seguir.

La guerrilla de Massana participó en secuestros de personalidades significativas del régimen franquista, sabotajes, atracamientos a fábricas y minas. Sería durante seis años un mal sueño para los millonarios estraperlistas franquistas y también para los industriales que aprovechándose de la situación hacían trabajar de 12 a 14 horas diarias a sus trabajadores. Los sabotajes consistían principalmente en voladuras de torretas de alta tensión. Como guía, los grupos de Massana, llegarían a pasar más de 50 personas de lado a lado del Pirineo. A principios de 1951 Massana iniciaría una nueva vida en el exilio Francés y no volvería a Barcelona hasta 1979, donde a su llegada sería entrevistado por diversas publicaciones y diarios del país.

Ramón Vila Capdevila, conocido como «Caracremada» y también militante de la CNT, fue otro destacado guerrillero del maquis catalán y uno de los organizadores de la resistencia libertaria en Cataluña. Fue detenido en 1943 por los alemanes, en Perpiniàn, donde estuvo preso durante dos meses en el Castillet. En 1944 logró escaparse y se reintegró en la resistencia francesa de Lemoges, hasta que ingresó en el famoso maquis de Rochechouart, donde se le conocería por «Capitán Raymond». En el maquis francés, actuó en todos los combates de lucha abierta, pero se negó sistemáticamente a tomar parte de operaciones de limpieza y escarmiento. Así, no permitió nunca que se fusilara a ningún hombre.

Su especialidad eran los sabotajes, hizo saltar un gran número de trenes blindados alemanes, especialmente uno de la SS, con tanques y material bélico pesado, que se dirigía a Normandia cuando ya había tenido lugar el desembarco de los aliados. Su dedicación y su valor fueron reconocidos por las autoridades francesas, que le concedieron el máximo galardón, el de la legión de Honor, que naturalmente, el rechazó.

Después de ser aniquilado el último reducto nazi volvió a Cataluña para continuar su lucha contra el franquismo. Hacía de guía de la CNT atravesando en múltiples ocasiones el Pirineo para transportar cargamentos de armas y militantes para los grupos de acción. Al gual que muchos otros, creía que el sabotaje contra las torres de alta tensión e instalaciones de suministro eléctrico, era la única manera de acabar con el régimen franquista, la única opción a su alcance para acabar con la economía del estado.

El    Maquis.

A pesar de que en 1953 la CNT en el exilio había desautorizado la lucha armada, «Caracremada» mantuvo el combate por su cuenta. Hasta 1963 realizó diversas incursiones en Cataluña, principalmente en las comarcas del Bages y del Bergadà. El 7 de agosto de ese año caía mortalmente herido en un enfrentamiento con la Guardia Civil en el paisaje de la Creu del Perelló, situado entre los términos municipales de Castellnou de Bages y Balsareny. Su agonía duró hasta las siete de la mañana. Murió con la espalda acomodada en su mochila y en las manos aún empuñaba una metralleta. Estuvo agonizando toda la noche, ya que la Guardia civil de la 231 comandancia de Manresa, compuesta por unos 200 guardias, no se atrevieron a acercarse.

La muerte de Ramón Vila Capdevila, junto con la de José Castro (PCE), marcarían el final del maquis.

El declive de la CNT en el interior

A partir de 1947 la CNT en el interior se fue extinguiendo paulatinamente. Mientras tanto el Comité Nacional del Movimiento Libertario Español se transformó en 1949 en el Secretariado Intercontinental de la CNT en el exilio. Este órgano editaba «Espoir», «Le Combat Syndicaliste«, «Cénit» o «Umbral«. Al mismo tiempo el subcomité de CNT en el exilio editaba CNT y España Libre.

También eran los años del boicot internacional, lo que no evitó que la burguesía y los oligarcas del régimen hicieran espléndidos negocios. Es importante señalar la intervencióno de la CNT del interior en las primeras huelgas trascendentales de la posguerra, sobre todo la del textil en Barcelona. El acontecimiento más importante de este tiempo fue la huelga general de Cataluña en febrero y marzo de 1951 que se desencadenó como consecunecia de una subida de las tarifas de transportes públicos. El 6 de marzo la huelga fue general, habiendo varios muertos el 12 de marzo en Barcelona. La subsiguiente rerepresión restauró la calma, pero en adelante las cosas ya no serían como en los primeros años represivos. La prensa de Barcelona anunció la detenión de 15 miembros de la CNT, a quienes se acusaba de instigar la huelga de marzo. Otros cincuenta militantes andaluces fueron detenidos ese mismo año en Andalucía y otros 30 en Barcelona algún tiempo después, marcando así el climax y el momento de descenso real en la acción organizativa.

Intentos dispersos llevaron en 1956 a la creación de Alianza Sindical Obrera (ASO), organización sincrética que nunca acabaría de cuajar. Entre 1958 y 1960, ASO colaboró en las luchas de los mineros asturianos de marzo de 1958, cuya importancia provocó por parte del gobierno la declaración del estado de excepción. Por su parte, en el exilio, CNT, UGT y STV (Solidaridad de Trabajadores Vascos) crearon Alianza Sindical, que prontó entró en conflicto con la ASO. Por esta época aparecerían también las Comisiones Obreras.

A principios de 1960 podría decirse que desapareció el espíritu colaboracionista que había dejado la guerra civil. Esto propició que en el Congreso de Limoges, celebrado en el verano de 1961, la escisión confederal en el exilio llegara a su fin, con la integración al Secretariado Intercontinental del sector (minoritario) de los compañeros que habían sido expulsados en 1945 por su colaboración gubernamental.

En este mismo Congreso se aprobó la creación de un organismo secreto conocido como Defensa Interior (DI), con el objetivo de dinamizar la accion armada y conspirativa contra el franquismo y que tenía como blanco principal la eliminacion del general Franco. Defensa Interior quedó formada por cuatro conocidos militantes exiliados en Europa, dos en America y uno en Africa: por la CNT en Europa, Acracio Ruiz y Cipriano Mera; por la FAI y representando al exilio libertario en America y Europa respectivamente, Juan Garcia Oliver y Germinal Esgleas; por la FIJL, Octavio Alberola; y representando a la CNT en Africa, Juan Jimeno.

Pronto se realizaron las primeras acciones. En Junio de 1961 estallaron artefactos explosivos en Madrid, para posteriormente realizar actos similares en Valencia y Barcelona y culminar en Agosto con explosiones en el Valle de los Caidos y en San Sebastián, en las cercanías de la residencia de verano de Franco. La policía detuvo a muchos jóvenes libertarios, y uno de ellos, Jorge Conill Grau, fue condenado a muerte. Ninguno de ellos estaba implicado en esas acciones. La presión internacional forzó al régimen a indultar a Jorge Conill Grau.

Sin embargo la presión de las autoridades francesas y la colaboración de las policías de ambos países fueron dificultando la acción de DI. Fue entonces, cuando las Juventudes Libertarias asumieron la iniciativa, decidiendo atentar contra Franco directamente.

Foto de Mateo Morral una vez detenido.

Francisco Granados y Joaquín Delgado
Militantes de la F.I.J.L. juzgados y sentenciados a muerte en 1963 tras un juicio militar sumarísimo que se celebró apenas diez días después de los hechos que se les atribuyeron.

En este anarquismo revolucionario protagonizado por jóvenes de la FIJL cabría mencionar a Octavio Alberola (Defensa Interior) y a Luis Andrés Edo, el último de los cuales sufriría prisión en España en dos ocasiones. Este grupo podía ser considerado continuación del Movimiento Popular de Resistencia, originado en Cataluña en 1945 y animado por jóvenes durante más de una década.

Siguiendo con los planes de la FIJL, Francisco Granados fue enviado a Madrid en el verano de 1963 para ir preparando la acción contra Franco. Sin embargo, una serie de descoordinaciones e imprevistos hacieron que el proyecto se frustrara, lo que hizo que Joaquín Delgado fuese enviado a la capital. Finalmente ambos cayeron en manos de la policía y el régimen franquista les daría garrote vil el 18 de agosto del mismo año. Estas dos ejecuciones causaron enorme conmoción en los medios libertarios.

Hacia 1965, con la militancia confederal quebrantada y casi disuelta, se dio en Madrid a cargo de un grupo de militantes el fenómeno del cincopuntismo, por presentar este grupo como plataforma de discusión cinco puntos a representantes indirectos de los sindicatos verticales del franquismo. Tras algunas reuniones el intento fracasó, tanto por el rechazo de las jerarquías verticalistas, como por el que llevó a efecto enérgicamente el conjunto de la militancia confederal dispersa por todo el país. No tardó en disiparse este fenómeno, ingenuo intento de ruptura sindical dentro del marco del más puro integrismo franquista.

La década que va desde 1955 hasta 1965 fue en realidad un tiempo sombrío para el anarcosindicalismo español y no pocos vaticinaban -una vez más- su extinción. En 1965 terminaría por desaparecer la ASO. A partir de entonces se mantendría una relación estable con el exilio, por medio de comités nacionales que mantenían una presencia, aunque sin base real efectiva. Junto a la actividad del Secretariado Intercontinental aparecieron formas organizativas animadas por los militantes que se habían ido marginando ante los problemas ya aducidos, que al fin se reagruparon en los grupos de presencia confederal y libertaria, llevando a cabo sus propios comicios y publicando su propio vocero, Frente Libertario. Tambien ellos apoyarían activamente las actividades del interior.

La AIT en la posguerra

Quince años tuvieron que pasar hasta que por fin se celebró el séptimo Congreso de la Internacional. Para entonces, no sólo la AIT, sino el mundo entero, habían cambiado con la derrota del fascismo en los campos de batalla y la aparición de nuevas nacionalidades y nuevos problemas sociales de los que la ya débil AIT se hallaba apartada.

Pero esto no suponía que la AIT estuviera ausente de la problemática de su tiempo. El Secretariado General residiía en Suecia y en una circular de agosto de 1944 anunciaba la vuelta a la clandestinidad de la FORA (sección argentina de la AIT) como consecuencia del golpe militar conocido como «el movimiento de los coroneles» que anticipaba el fascismo de Perón.

Otra de octubre del mismo año hablaba de las persecuciones de los anarquistas en Polonia y de sus internamientos en los campos de concentración soviéticos, pues apenas liberados de los nazis eran vueltos a perseguir por los comunistas rusos despreciando su colaboración y su lucha contra las tropas alemanas.

Por último, ese mismo año en otra circular, fechada en el mes de diciembre en Estocolmo, el Secretariado alertaba a los trabajadores del mundo sobre el significado real de la guerra que acababa de terminar. Las tropas aliadas, decía la circular, dijeron luchar por la democracia, pero pensaban en una democracia capitalista. La misión de las tropas aliadas fué no sólo destruir el fascismo sino también impedir la lucha de los trabajadores por su emancipación económica y su libertad. Las tropas aliadas en los paises liberados del fascimo protegían los intereses de la burguesía y hasta regímenes fascistas como el de Franco cuando convenía a sus intereses.

En otra circular de mayo de 1945 se denunciaba un telegrama de Stalin al Papa donde afirmaba que la URSS no iba a intentar cambiar el orden social existente, sino que, todo lo contrario, se opondría a todo cambio revolucionario en el mundo. Una denuncia que luego se confirmaría con una dramática circular un año después en la que se hablaba de la represión de los grupos anarquistas en Bulgaria por los nuevos gobernantes comunistas, al servicio de la URSS, que no dudaban en fusilar a los anarquistas acusándoles de traidores y aliados del capitalismo.

Como se veía, no estaban muy desarcertados los anarcosindicalistas españoles cuando en sus análisis sobre la lucha contra el fascismo en los congresos que precedieron a la guerra civil excluían las alianzas con la burguesía y los comunistas. Porque, al fin y al cabo, las democracias capitalistas, los comunistas y la Iglesia católica coincidían en los mismos objetivos.

Lo que estaba claro es que la Segunda Guerra Mundial había supuesto el triunfo del capitalismo sobre todas las demás demás fuerzas sociales que, con el espejismo de combatir al fascismo, intervinieron en la contienda.

El VII Congreso de la AIT, que contó con catorce delegaciones, se celebró en Tolouse a mediados de mayo de 1951, y aún cuando fue organizado por la CNT francesa, el impulso lo recibió de los miles de anarcosindicalistas españoles exiliados en todo el mundo. El Congreso tenía el carácter de relanzamiento de la AIT en la nueva época, pero consumió sus sesiones en el debate las relaciones con la CNT española que en aquellas fechas atravesaba una grave escisión en la clandestinidad y el exilio. Se debatía si había concluido el compromiso con las demás fuerzas antifascistas que hicieron la guerra o por el contrario si debía mantenerse, así como la colaboración con las instituciones republicanas en el exilio mientras el franquismo se mantuviera en el poder.

VII Congreso de la Internacional. 1951.

Helmut Rüdiger (SAC, Suecia), Albert de Jong (NSV, Holanda) y Renée Lamberet (CNT Francesa).
VII Congreso de la AIT. Toulouse. Mayo de 1951.

Otro de los temas centrales del congreso fue el galopante reformismo de la SAC (sección sueca de la AIT) y su aceptación de los planteamientos propuestos por la patronal y el gobierno suecos para salir de la crisis económica, que la distanciaba de los principios de la AIT. La SAC pretendía una reforma de los estatutos para poder colaborar con el estado y presentarse a las elecciones municipales; incluso hacia ciertas concesiones al militarismo. Aunque en el Congreso prevaleció el rechazo a la colaboración con el estado y la ortodoxia ideológica, como en el caso español, la SAC había introducido en el la semilla del reformismo.

El VIII Congreso tuvo lugar dos años después también en Francia, en Puteaux, en Julio de 1953. En este congreso estuvieron un total de 20 delegaciones de Europa y América, y lo más sobresaliente del mismo fue la aprobación de la resolución sobre el llamado caso de España. Esta resolución daba por zanjado el debate abierto con la colaboración de la CNT en la guerra civil y consideraba superada la situación creada por la misma. El periodo colaboracionista se daba por terminado y la CNT volvía a recuperar su ortodoxia anarcosindicalista que la caracterizaba.

El informe de las Secciones al Congreso era claramente positivo sobre su recuperación, pero la AIT distaba mucho de ser aquella que la llevo a la cabeza del movimiento obrero revolucionario mundial. No había encontrado todavía su lugar en la nueva situación de la posguerra mundial.

Finalmente el VIII Congreso aceptó la dimisión del Secretario General, de la sección sueca, que llevaba quince años al frente de la AIT y eligió a una compañera francesa para ocupar su puesto. Era la primera vez que una mujer representaba a la Internacional.

El IX Congreso también se celebró en Francia, en Marsella, en Julio de 1956. Lo que no cambió fue la tónica de los debates sobre el reformismo. Finalmente, en el X Congreso celebrado en agosto de 1.958, la SAC fue expulsada por unanimidad de la AIT. Para evitar futuras desviaciones en la Internacional, se aprobó una moción de la FORA en la que se establecía que solo podrían ser admitidos en la AIT los grupos que aceptasen como finalidad el comunismo libertario y los principios de federalismo.

A partir de estos dos últimos congresos, los demás se sucederían con bastante regularidad.

La reconstrucción de la anarcosindical en España

Mientras seguía en el norte Alianza Sindical aparecieron nuevas formas organizativas, como el CRAS (Comunas Revolucionarias de Acción Socialista) en Asturias, cuyos miembros reforzarían posteriormente a la CNT en la fase reorganizativa alrededor de 1970. Poco antes dieron señales de vida grupos confederales o afines dispersos. Estos mantenían ya en 1971 una potura contraria a las elecciones sindicales promovidas por la CNS (Central Nacional Sindicalista) por considerarlas una legitimación del sindicalismo fascista.

Al mismo tiempo, empezaron a surgir grupos antiautoritarios, autónomos e independientes que se afincaban en barrios, empresas y proliferaban en todas las regiones. Llevaban a cabo dentro de los grupos una práctica libertaria, que corría paralela a la de otros grupos claramente anarquistas. Esta era la levadura que pronto potenciaría la reconstrucción y auge de la CNT. Los grupos autónomos florecieron hasta 1973, pero luego se produjo un gran fraccionamiento de tendencias, producto de los debates que habían proliferado en los últimos tiempos. Esto explicaría, al conlfluir la mayoría de ellos en el relanzamiento de la CNT, algunas de as tensiones que acompañaban esta nueva fase de la vida organizativa de la misma. Al final se dibujaron serios intentos reorganiativos, algunos de los cuales procedían del exilio y eran asumidos por núcleos del interior. De aquí surgió a poco la idea de celebración de un congreso para amalgamar todos los grupos y tendencias libertarias y anarcosindicalistas. Otros grupos con superior experiencia organizativa, más familiarizados con la vida sindical y más cercanos a los comités confederales existentes, propugnaban formas concretas de organización, como la creación de estructuras orgánicas clásicas, federaciones locales y comités de relaciones para el contacto con cuantos consideraban llegado el momento del relanzamiento anarcosindicalista.

Dentro de esta efervescencia, normalmente confusa, aparecieron grupos revolucionarios como el MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) y el GAC (Grupos Autónomos de Combate) últimas manifestaciones de la guerrilla urbana, que eran rápidamente desarticulados. La represión se extendió a los núcleos autónomos preocupados por la reorganización confederal, originándose una nueva dispersión.

Pero la reconstrucción no estaba siendo nada fácil. Los sectores más duros del franquismo, cada vez más aislados de la sociedad que gobernaban y temerosos hasta de sus propios sacerdotes y militares, llevaron a cabo una represión policial que volvió a ensombrecer al país con la ejecución por garrote vil, el 2 de marzo de 1974, del anarquista y miembro del MIL, Salvador Puig Antich y del alemán Geor Michael Welel, ejecutado bajo la falsa identidad de Hein Chez.

Nota de prensa. Salvador Puig Antich.

Noticia del régimen anunciando la ejecución por garrote de Puig Antich y Heinz Chez.

En el verano de 1975, la sensación de desmoronamiento del régimen era omnipresente. En septiembre del mismo año hubo otro juicio, el de ocho miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), condenados a la pena de muerte. Se terminarían ejecutando cinco de las penas, lo que aisló aún más al régimen internacionalmente. Quince países de Europa retiraron a sus embajadores, produciéndose protestas y ataques a las embajadas de España en la mayoría de los países europeos. Como reacción a aquél desmoronamiento, el 1 de octubre, Franco volvió al balcón de la plaza de Oriente y repitió ante la muchedumbre el discurso de siempre y una vez más, con una voz que la enfermedad hace aún más trémula, denunciaba en medio del fervor general de sus incondicionales el complot judeomasónico contra España y la subversión comunista-terrorista.

Finalmente, el dictador moriría en Madrid el 20 de noviembre de 1975.

Tras su muerte, los mecanismos sucesorios funcionaron como el dictador había dejado atado y bien atado y Juan Carlos de Borbón fue investido rey el 22 de noviembre del mismo año, siendo aceptado con escepticismo tanto por los adeptos al régimen como por la oposición democrática. Se inició así el proceso conocido como Transición Española y su -no tan mencionada- guerra sucia.

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