1923-1930: clandestinidad en la dictadura de Primo de Rivera

El golpe de estado

A lo largo del siglo XX el régimen de la restauración se fue debilitando y haciéndose cada vez más inestable, mientras que los partidos republicanos y los sindicatos UGT, y en especial la CNT, fueron adquiriendo mayor peso e influyendo cada vez más en la población. La década de 1910-1920 vio cómo la crisis se acentuaba y, con el paso del tiempo, la suspensión de garantías constitucionales y el estado de excepción se fueron haciendo normales como forma de combatir el pistolerismo.

El 13 de septiembre de 1923 el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, se sublevó contra el Gobierno y dio un golpe de Estado con el apoyo de la mayoría de las unidades militares. En medio de los aplausos de la patronal catalana, saltaba a Madrid, hecho dictador por el propio monarca.

En respuesta CNT y UGT declararon una huega general que fracasó. La Dictadura de Primo de Rivera supuso un duro golpe para la CNT que fue prohibida y se vio obligada a pasar a la clandestinidad, de tal manera que sus militantes vieron cerrar sus centros y en muchos casos fueron encarcelados. Aunque se ilegalizaron los sindicatos de la CNT, las secciones sindicales fueron toleradas y siguieron negociando las condiciones de trabajo. La UGT aprovechó su legalidad para extender su influencia en el movimiento obrero y la patronal catalana impulsó la afiliación al Sindicato Libre, como alternativa a la CNT.

Los Solidarios.

Grupo de acción formado entre 1922 y 1923 por Francisco Ascaso, Buenaventura Durruti, Gregorio Jover (los tres en la foto) y García Oliver, entre otros, como respuesta a la guerra sucia emprendida contra los sindicatos. Se les atribuyeron varios atracos a bancos como el del Banco de España (septiembre de 1923) o el asesinato del cardenal zaragozano Juan Soldevila y Romero (1923). Después de este hecho y con la presión de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, Durruti, Ascaso y otros miembros huyeron a Francia primero y después a América Latina, donde se les imputaron más atracos.

El partido socialista decidió de modo inmediato colaborar con el nuevo régimen y Largo Caballero, que fue nombrado consejero de estado, afirmó que consideraba un avance político la representación socialista y ugetista en aquel organismo. Con todo, a pesar de esta presencia en los órganismos gubernativos de los inveterados enemigos de la CNT y del anarquismo, no significó una ilegalización imediata de los mismos sino más bien el inicio de una política denominada de «presión gubernativa». Solidaridad Obrera se pudo seguir publicando, aunque con abundante censura en sus páginas, hasta mayo de 1924, fecha en la que fue definitivamente suspendida e ilegalizada la organización.

La ilegalización definitiva

Para maniatar y destruir progresivamente al anarcosindicalismo, la dictadura utilizó un decreto de 30 de marzo de 1923 existente, pero no aplicado, cuyas cláusulas preveían, además de la presentación por los sindicatos de reglamentos, estatutos, actas, libros de registros de socios y de contabilidad y cuanto afectaba a su vida legal. En el libro de registros de socios se habían de consignar los nombres y apellidos, profesiones y domicilios de cada uno de sus asocidados, consignando asimismo las fechas de altas y bajas de la organización, asi como las funciones y cargos que en la organización desempeñarían.

Martínez Anido comunicó al gobernador civil de Barcelona, el general Lossada, que en un plazo de ocho días, todos los sindicatos, «naturalmente de carácter sindicalista y anarquista», presentaran sus libros y cuentas debiendo ser clausurados los que no lo hicieran. La Federación Local de Barcelona tomó el acuerdo de rechazar estas disposiciones que ponían a la organización al servicio de los mecanismo gubernativos y policiales, y por lo tanto se dispuso a pasar a la clandestinidad, al tiempo que instaba a los trabajadores y sindicatos a no hacer el juego a la burguesía y a los enemigos del proletariado. Este juego fue utilizado empero por el general Lossada que dio garantías, bajo las condiciones expresadas, a los sindicatos de Transportes, Metalurgia y Textil, para que procedieran a abrir de nuevo sus puertas. Los sindicatos de la Metalurgia y Transporte presentaron sus libros al tiempo que los Sindicatos Libres intentaban atraer a los centistas a sus encuadramientos (posteriormente el sindicato de Metalurgia acabaría decantándose por la clandestinidad). Por otra parte, el comité nacional de la CNT en Sevilla fue detenido y disuelto el 25 de diciembre de 1923, a pesar de que había cumplido todos los requisitos exigidos para su legalización.

Volviendo a Barcelona, la actitud de los sindicatos «legalistas», apoyados por militantes de solvencia como Peiró y Pestaña entre otros, dio lugar a encarnizados enfrentamientos entre partidarios y enemigos de la legalización. Los problemas internos que venía arrastrando la organiación se ulceraron en este periodo, creandose numerosos antagonismos.

En todo este periodo tiempo se dieron reaperturas y clausuras de sindicatos y detenciones de numerosos militantes en todo el pais. De cualquier modo, la presión gubernativa se hace en momentos determinados intolerable y numerosos militantes perseguidos pasan a Francia, donde se organizan específicamente en los Grupos Anarquistas de Lengua Española. Finalmente, el 28 de mayo de 1924, el atentado en que halla la muerte Rogelio Pérez Cicario, verdugo de la audiencia de Barcelona, vino a poner fin a los enrededos interminables de este periodo respecto a la legalidad o ilegalidad de los sindicatos: a raíz de este hecho los sindicatos fueron puestos fuera de la ley. La única opción posible era la clandestinidad.

En junio de 1924 fue nuevamente detenido el comité de nacional (entonces radicado en Zaragoza), estableciéndose el nuevo comité en Barcelona, a pesar de las condiciones que se describen a continuación:

Pensad cual será nuestra situación; al sólo enunciado de que los presos se cuentan por centenares; de que los sindicatos están clausurados; de que la cotización está prohibida y cazados como alimañas los compañeros que la realian despreciando el peligro; que la sola sospecha de que se actúa es abrir las puertas de la prisión, o lo que es peor, las del cementerio.

Nota publicada en el Periódico «La protesta». Octubre de 1924.

El 6 de noviembre de 1924 se produjo un intento de asalto al cuartel de Atarazanas de Barcelona. Militantes de la CNT iban tomando posiciones alrededor de la fortaleza en espera de que los conjurados del interior les franquearan la entrada. La sincronización no acababa de producirse, y los revoltosos comenzaron a inspirar sospechas. Consecuencia de lo cual fue la entrada en acción de la policía que en la persecución de los que iban retirándose dejaron un muerto. Hubo consejo de guerra sumarísimo y dos ejecuciones capitales.

Casi simultáneamente ocurrió la desastrosa incursión anarquista por Vera de Bidasoa (frontera vasconavarra). En un choque con la guardia civil varios cenetistas resultaron muertos. De entre los conspiradores detenidos tres fueron ejecutados.

Por aquellos tiempos las mazmorras del tétrico castillo de Montjuich volvieron a poblarse de presos sindicalistas.

Solidaridad Obrera en la dictadura: Solidaridad Proletaria.

Solidaridad Proletaria. 18 de octubre de 1924.
Publicación semanal que substituyó a «Solidaridad Obrera». Se publicaron 32 números.

El hecho más saliente de 1926 fue otro intento de atentado contra Alfonso XIII, esta vez a cargo del grupo anarquista «Los Solidarios«. El rey debía ser recibido el 14 de julio, pomposamente, en París. Días antes la policía francesa descubrió un intento de ataque contra el coche que había de conducir al monarca. Fueron inculpados de la audaz tentativa Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Gregorio Jover, quienes ante el tribunal correccional reconocieron que se habían propuesto apodearse de la persona del rey como medio para derribar el régimen dictatorial español. Fueron condenados a penas de prisión y simultáneamente: les fue pedida la extradición de los gobiernos argentino y de España. El primero de estos gobiernos les acusaba de atraco a la Banca San Martín; el segundo, de haber desvalijado la sucursal del Banco de España en Gijón. Además se reclamaba la extradición de Ascaso como supuesto victimario del cardenal Soldevila. Un año después, en julio de 1927, salían en libertad y expulsados de Francia.

Conocía yo a Pedro superficialmente, de cuando intentamos crear la Alianza Revolucionaria de Sindicalistas y Anarquistas, de la que él fue oponente encarnizado, por su prurito de aparecer como anarquista cien por cien. Vino a verme al café Combat. Me rogó que le acompañase a la calle, pues deseaba hablar conmigo en privado. En la calle, me presentó a Schavina. Tenía el pelo rubio, algo rizado y los rasgos faciales como tallados con hacha. En un taxi nos fuimos los tres al café Henri IV de la place Italie. Nos sentamos en la terraza.

—Anoche se reunió el Comité Internacional Anarquista —dijo Pedro—. La delegación italiana, por boca del compañero Schavina, trajo un mensaje escrito del compañero Malatesta, llamándonos la atención sobre la gravedad que supone para el porvenir la pervivencia del fascismo italiano, el peligro de que como ha ocurrido en España, se manifieste por contagio en otras naciones. Concluía el mensaje diciendo que corresponde al anarquismo, líder de la libertad humana, cortar la cabeza del fascismo italiano, empezando por eliminar a Mussolini.

En la imposibilidad de realizar tal empresa los anarquistas italianos, sometían el problema al anarquismo internacional, en espera de que algún grupo anarquista se hiciese cargo de ella. Los delegados internacionales debatimos ampliamente el mensaje de Malatesta, terminando por aceptarlo. Lo que equivalía a que todos aceptábamos la necesidad ineludible de ejecutar a Mussolini. Pero, ¿quién se encargaría del compromiso? Los italianos dijeron que ellos solamente podrían aportar facilidades a quienes se encargasen de hacerlo, como documentaciones para el paso de la frontera, transportes seguros para llegar a Roma, casas de refugio en Roma y otras partes de Italia; pero que, en aquellos momentos, carecían del grupo o del hombre que pudiera hacerlo. Y como ninguna de las representaciones internacionales se ofreció, me vi en

el caso de tener que suscribir el compromiso por parte de España, pero a reserva de que yo consultase con el único grupo que podía realizar tal empresa. Sabía por Severin Ferandel que habían llegado de América Ascaso, Durruti y Jover, y que, junto con Aurelio Fernández, Alfonso Miguel y tú, formáis el grupos «Los Solidarios». Y aquí me tienes. Te lo planteo a ti y espero que lo lleves a tu grupo.

(…)

Aurelio puso un telegrama a Bruselas y rápidamente se presentaron en París Ascaso y Durruti. Celebramos una reunión en la parte alta de un café próximo a la plaza de la República. Asistía también Gregorio Jover, que sin pertenecer a «Los Solidarios» era conceptuado como un agregado de valía.

Estuvieron todos de acuerdo. Pesó mucho el nombre de Malatesta y también la parte de su mensaje a los anarquistas del mundo que preveía los peligros que correría la libertad humana si la influencia fascista de Mussolini se propagaba por el mundo. Hube de aclarar mi definición sobre la inutilidad de los actos terroristas: En todo proceso revolucionario planteado en una determinada nación, los actos llamados terroristas entorpecen la marcha de la revolución. Sin embargo, dado que en aquellos momentos la situación de Europa era tan calamitosa, y no podía oponer una argumentación válida a la de Malatesta, me creía en el caso de sumarme a la voluntad de la mayoría de nuestro grupo. El acuerdo recaído fue contestar a Schavina que aceptábamos el compromiso; pero que los italianos deberían contribuir con no menos de quince mil francos, comprometiéndose «Los Solidarios» a aportar el resto. En realidad, los que se comprometían a aportar los fondos eran Jover, Ascaso y Durruti, que los habían traído de América. Aurelio y yo vivíamos estrechamente del sueldo diario y solamente en lo personal aportaríamos nuestra colaboración.

(…)

Llegó la fecha convenida para la entrevista decisiva. Me dijo Schavina que todavía no podían dar una contestación definitiva. Y que, si algo se resolvía, me buscaría en el café Combat.

Y coincidió la expiración del plazo concedido a los compañeros italianos con la noticia de que los reyes de España estarían en París de paso para Inglaterra. En la reunión que tuvimos, Durruti se expresó de la siguiente manera:

—Hemos de considerarnos desligados de todo compromiso, de lo que me alegro, pues nos restituye la libertad para darnos un objetivo propio. Y quiero proponeros el objetivo: puesto que el rey estará en París de paso para Inglaterra, sugiero que analicemos las posibilidades de acabar con él.

(…)

Dos días antes del señalado por los periódicos para la llegada del rey, tuvimos la última reunión del conjunto. Aurelio me contó que la noche anterior le habían llevado a su casa las armas adquiridas a precio muy alto: tres fusiles de repetición y cinco pistolas Colt del 45, con abundantes municiones. Me contó también que hacía unos tres días, por mediación de un chófer de taxi, que pertenecía al Comité de grupos españoles de París, habían adquirido un imponente automóvil descubierto Fiat de segunda mano, con el que habían pensado atacar el auto del rey en la plaza de la Concordia, por donde se suponía que tendría que pasar.

Así de sencillo: un auto, unos fusiles, unas pistolas y cinco hombres, con Durruti al volante. Parecía darse por descontado que no existiría barrera protectora para los reyes, ni gendarmes ni policías, ni cierre del tránsito por donde sería calculada la ruta. Se descontaba la eficiente preparación de la policía parisina, que seguramente ya llevaba unos días siguiendo los pasos de los refugiados y anarquistas españoles. Al oír lo que me contaba Aurelio, estuve tentado de no asistir a la reunión y de desentenderme del asunto. Me callé.

(…)

Hasta las siete y media estuvimos en el café de la esquina, cerca del metro, que tomamos para ir hacia los muelles de Jemmapes y de Valmy. Vimos a Jover, que se encontraba ya en la esquina convenida. Pasamos junto a él. Nos colocamos al otro lado del sitio acordado, a más de doscientos metros, tras una barda de maderos que nos tapaba hasta la cabeza. Las ocho, y no habían llegado. A las ocho y cinco apareció un auto y después otro, de los que descendieron ocho individuos. Seguramente eran policías. A aquella hora, pocas personas transitaban por los muelles y nos fue posible deslizamos sin llamar la atención. En la esquina siguiente, cruzamos la calle y desaparecimos. Quisimos convencernos de la chamusquina. Jover penetró en un bar y telefoneó al hotel donde se hospedaban Ascaso y Durruti, preguntando por sus nombres falsos. Le respondió el empleado:

—Espere un momento, voy a ver si están en la habitación.

Después dijo:

—De parte de los señores, que venga usted al hotel, que aquí lo esperan.

Nos despedimos de Jover, quien nos dijo que se iba a la casa de campo con su compañera, y quedamos en encontrarnos al día siguiente.

Aurelio y yo nos fuimos al bosque de Vincennes. En adelante, teníamos varios problemas, los inevitables de quienes viven al margen de la ley. Y algo más grave: la falta de dinero para ir y venir, alquilar una habitación en cualquier «hotel meublé», para lo que hay que nacerse acompañar de una pobre trotacalles.

Era indudable que estábamos ante una acción de soplonería. ¿De quién?

(…)

A mediodía dejamos el parque de Vincennes y nos fuimos a comer a un restaurante barato de la plaza de Clichy. Ya habíamos empezado a comer cuando a nuestro lado se sentó un señor. En espera de su comida, sacó un periódico y se puso a leerlo. Me quedé aterrado al ver en lo alto de una página las cinco fotografías de los peligrosos anarquistas que pensaban matar a los reyes de España, y le dije a Aurelio:

—Terminemos y vayámonos.

Ya en la calle, compré el periódico. Fuimos a tomar café a la avenue Clichy. Como el que teme que se le escape un pajarito, fui abriendo el periódico. Sí, allí estábamos los cinco: Ascaso, Durruti, Jover, Aurelio y yo.

Juan García Oliver

El despertar Confederal

Desde el 26 de noviembre de 1926, por real decreto, habían sido impuestos los comités paritarios dentro de la organización corporativa del trabajo. Eran o representaban la obligada colaboración de clases, de aquellas clases que recientemente se habían hecho una guerra de feroz exterminio. Representaban la negación del derecho de huelga para los obreros, el compromiso bajo laudo del árbitro funcionario. Eran la proscripción brutal de la acción directa del sindicalismo no domesticado.

Sin embargo, en Cataluña a partir de 1927, algunas organizaciones profesionales sujetas a la ley corporativa reorganizaron los cuadros confederales en la intimidad de las sociedades obreras: el textil, construcción y alimentación (tejedores, ladrilleros y panaderos). La CNT no había dejado de actuar clandestinamente, pero adesde 1927 se acentuaron los contactos orgánicos. En provincias, en el Norte especialmente, subsistían algunos periódicos confederales.

Todo esto se explica ya que a dictadura había tenido aspectos permisivos y no había llegado a barrer.

En Valencia apareció a partir de 1925 la revista «Estudios«, dedicada a la propaganda anarquista mediante temas de regeneración física y humana. Bajo tan solventes auspicios se realizó una inteligente campaña de regeneración por el arte, la trofología, la educación sexual y la eugenesia. Los ácratas individualistas también tenían su revista: «Iniciales», y la tenían los vegetarianos y naturistas que oscilaban entre el hedonismo y la mística. Estas extremas tendencias florecieron en el anarquismo en aquellos tiempos de borrasca para unos, de invernada para la mayoría. Las reuniones clandestinas en la montaña cubríanse con el deporte del excursionismo, el culto sincero al desnudismo, al aire oxigenado y el bronceamiento al sol. Todo esto formaba un contraste pintoresco si se tiene cuenta que esa vuelta sincera a la naturaleza era perfectamente compatible con los planes conspírativos, la química de los explosivos, el ejercicio de tiro con pistola, el intercambio de periódicos y hojas clandestinas, los anatemas contra el tabaco y el alcohol.

Una de esas giras a cielo abierto, celebrada en los días 25 y 26 de julio de 1927 en una playa del sur de Valencia, dio nacimiento a la Federación Anarquista Ibérica (FAI), como unión de las organizaciones anarquistas portuguesa (Unión Anarquista Portuguesa) y española (Federación Nacional de Grupos Anarquistas). A modo de anécdota, cuenta el testimonio de uno de los asistentes:

«Se presentó la guardia civil, a pie y a caballo,. Habiendo tomado medidias los compñaeros de Valencia, que etsbaan por le trayecto y en la playa con sus familias preparando sus comidas, todo quedó disimulado y poco después de la interrupción continuó el pleno.»

Muy pronto la organización específica se convertiría en una de las organizaciones revolucionarias que más daría que hablar.

También en este tiempo comenzó a dibujarse el posibilismo (reformismo) confederal, a instancias de Ángel Pestaña (del que fuera mentor Salvador Seguí). Fue entonces cuando Juan Peiró iniciaría con éste un polémica teórica que se recrudecería posteriormente.

La AIT durante la dictadura

Como más atrás dijimos, el II Congreso se celebró en Ámsterdam en marzo de 1925. Como temas del congreso se debatió una moción sobre los partidos políticos a los que había que arrancar el monopolio que ejercían sobre los trabajadores y reclamar la libertad de prensa, de palabra y de asociación, conquistas de anteriores revoluciones. En los países donde los sindicatos fueran ilegales se debería constituir la lucha en los centros de trabajo.

Además, independientemente de la lucha contra el fascismo, el congreso alentaba a los trabajadores sobre la necesidad de luchar por la conquista de mejoras económicas inmediatas, porque esas luchas favorecen el avance de la revolución. el congreso acepto la formación de la federaciones internacionales de industria para internacionalizar la lucha contra el capital y organizar la solidaridad obrera.

El III Congreso se celebró en Lieja, Bélgica, en Mayo de 1928. Como era preceptivo primeramente se había celebrado un Pleno en Paris, en 1926, para examinar la situación de algunas Secciones en el exilo y la clandestinidad, como la USI, la CNT española, los Búlgaros o los Portugueses, donde sus militantes eran asesinados y encarcelados por el fascismo.

Las persecuciones a la AIT motivaron que el congreso estudiara la necesidad de la creación de un fondo de solidaridad para los perseguidos en todos los países. Asistieron doce delegaciones y numerosos representantes de sindicatos bolivianos, chilenos, paraguayos, chinos y japoneses.

En el terreno económico, el congreso denuncia las nuevas formas de explotación del capital, ente ellas, la racionalizacion del trabajo y su desarrollo financiero e industrial en carteles y trust internacionales que con el tiempo se transformarían en las multinacionales de hoy.

Frente a la ofensiva capitalista, el congreso aconseja la disminución de la jornada laboral en 6 horas de trabajo y aumento salarial necesario para mantener el poder adquisitivo de los trabajadores. De la misma manera alerta acerca de la concesiones del capitalismo, como las 8 horas del tratado de Washistong, suscrito por la mayoría de los gobiernos y que debilitaba al movimiento obrero. Se aprueba también la moción contra el militarismo y la fabricación de material de guerra y hace una llamada a todas las organizaciones ideológicamente afines para unirse en la lucha revolucionaria.

La caida de la dictadura

En julio de 1928 se celebró en Barcelona un Pleno Nacional de la CNT para tratar de coordinar la acción subversiva contra la dictadura con los elementos políticos y militares. En un discurso de Juan Peiró, ante el Congreso confederal de 1931, afirmó:

«Se convocó el Pleno Nacional que tuvo lugar el 29 de julio de 1928. Y aquel Pleno, por unanimidad, incluso la delegación de Castilla, convino en establecer una inteligencia con los políticos y los militares. Ahora bien, allí se convino que los elementos militares y políticos hicieran la revolución y que nosotros la secundaríamos, y que si la Confederación tenía posibilidades de seguir más allá de donde fueran los elementos políticos, seguiría, y si no, nos quedaríamos quietos.»

Fruto de estas actividades conspirativas fue el movimiento llamado de «Sánchez Guerra», de enero de 1929. Apoyado por el ejército dio un golpe de Estado en Valencia. El golpe fracasó pero demostró la inestabilidad del régimen.

La crecida de las oposiciones y el aumento de la conflictividad social hizo que el 28 de enero de 1930 el dictador presentara su dimisión y se marchase a París, donde moriría al poco tiempo. Dos días después el rey pondría al frente del gobierno a Dámaso Berenguer con el objetivo de volver a la normalidad constitucional, lo que popularmente sería conocido como la «dictablanda».

Con el gobierno de Berenguer, la CNT obtuvo la legalización el 30 de abril de 1930, si bien con considerables limitaciones, y el 9 de julio reaparecería el periódico Solidaridad Obrera.

Fotos CNT fin dictadura de Primo de Rivera.

Mitin de la CNT en el teatro Nuevo del Paralelo de Barcelona. 27 de abril de 1930.
Primer acto público de carácter sindical celebrado en España desde el golpe de Estado.
Se ocuparon las 2.500 plazas disponibles y más de dos mil personas no pudieron acceder al local.

Los sindicatos y las estructuras locales y regionales se reorganizaron con enorme pujanza por toda la geografía española. Contrariamente a las previsiones de Primo de Rivera, el anarcosindicalismo había sobrevivido a su mandato, como ya sucediera en el siglo pasado, cuando oficalmente se certificara la defunción de la Internacional Española.

Paralelamente crecía la marejada antidinástica con la creación de comités conspirativos. Se llegó entre políticos al Pacto de San Sebastián, pero se marginó a la UGT y a la CNT, la cual por su parte impulsó numerosas huelgas en el pais. A pesar de ello, en octubre las centrales sindicales aceptaron prestar su apoyo al autodenominado Comité Revolucionario Nacional, comprometiéndose a organizar una huelga general en todo el pais que debería culminar, según las previsiones del propio Comité, en la insurrección de determinadas guarniciones militares con las que ya se estaba en contacto. El plan desenvocó con lo que se conoció como la sublevación de Jaca, que fracasó. Sin embargo, a la vista de tantas dificultades Berenguer acabó dimitiendo el 14 de febrero de 1931.

El 12 de abril se celebraron elecciones municipales que, tras la gran victoría republicana en las principales ciudades, conllevaron a la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931. Alfonso XIII abandonó el país sin abdicar formalmente y se trasladó a París, fijando posteriormente su residencia en Roma. En enero de 1941 abdicó en favor de su tercer hijo, Juan. Falleció el 28 de febrero del mismo año.

El retorno a la legalidad tras la caida de la dictadura permitió la reorganización de la CNT en toda España y convertirse nuevamente en el sindicato mayoritario en Cataluña, desapareciendo el Sindicato Libre y dejando a la UGT en una minoría tan debilitada que en 1934 dejaba de editar su periódico en Cataluña.

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